I

La Confederación Perú – Boliviana

Álvaro Ríos Laguna y Sergio Andrés Ríos Corvera

El año 1962 será recordado, entre otros acontecimientos, porque el 1 de enero Samoa se independiza de los Estados Unidos; el 6 de mayo se canonizó a Martín de Porres; el 22 de octubre el Presidente de los Estados Unidos alertó sobre la construcción de bases de lanzamiento de misiles soviéticos en Cuba y porque en dicho año se estrenó la película “Dr. No”, la primera de una larga saga de películas de la pluma de Ian Fleming.

Una obra de mayor complejidad e importancia fue la construcción de la Confederación Perú - Boliviana, países que teniendo un origen común, se dividieron en Alto Perú y Bajo Perú en 1776, como parte de la reforma borbónica, cambiando la jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas del Virreinato del Perú al Virreinato de la Plata, como preludio del nacimiento de dos repúblicas independientes.

Una futura avenencia fue compartida por el Gral. Agustín Gamarra y el Mariscal Andrés de Santa Cruz, quienes fruto de su servicio conjunto en la Segunda Compañía de Intermedios en 1823, forjaron una gran amistad que se mantuvo indemne hasta que el presidente peruano Gral. Luis José de Obregoso solicitó ayuda al Presidente boliviano, para aplacar el Golpe de Estado del Gral. Felipe Santiago Salaverry, acuerdo que se materializó el 15 de junio de 1835.

El 7 de febrero de 1836, con victoria de la Batalla de Socabaya, mediante el escueto decreto de 28 de octubre de 1836, de tan sólo tres artículos, se estableció la Confederación Perú – Boliviana, conformada por los estados Nor – Peruano, Sur – Peruano y Boliviano y, formalmente, con la Ley Fundamental de la Confederación Perú – Boliviana, del 1 de mayo de 1837.

Esta tentativa integradora fue vista con agrado por el Gral. Bernardo O’Higgins, tal como lo manifestó en su carta de 20 de diciembre de 1836, remitida al Gral. José de San Martín, manifestando que el Mcal. de Zepita encarna las virtudes patrióticas y ciudadanas, a la vez que garantiza una permanente y sólida estabilidad política entre Perú y Bolivia.

Sin embargo, otros vieron en la Confederación Perú – Boliviana a un enemigo que se debía destruir, tal como el Gral. Agustín Gamarra, el Gral. Juan Manuel de Rosas y Diego Portales.

En efecto, debido a apetitos personales el Gral. Gamarra y el Gral. Ramón Castilla, bajo los auspicios del gobierno transandino, formaron una tropa que se denominó “Ejército Restaurador”, mientras que el Gral. Rosas tenía un encono personal en contra del Mariscal de Zepita, debido a la decisión de Tarija de formar parte de Bolivia, así como por su apoyo a favor del Partido Unitario; mientras que Diego Portales vislumbraba que la Confederación Perú-Boliviana afectaría la gravitación chilena en el océano Pacífico, en especial los ingresos del puerto de Valparaíso que se habían triplicado desde 1831 a 1835.

La posición de Portales influyó en alto grado dentro de las élites trasandinas, tanto que éstas suscribieron un préstamo secreto con su Estado para adquirir barcos de guerra e iniciar una campaña bélica contra la Confederación.

A lo anterior, se debe agregar el fallido intento del Gral. Ramón Freire de derrocar al gobierno de José Joaquín Prieto en 1837, quien partió desde el Perú hacia Chile en dos buques, el “Obregoso” y el “Monteagudo”, y cuando la sublevación fue aplacada se acusó al Mariscal de Zepita de ser el promotor de la misma, por lo que, en represalia, los chilenos desembarcaron en el puerto del Callao y tomaron tres barcos de la Confederación.

Un hecho que suele pasar desapercibido radica en la intervención del Gobierno británico, el cual promovió una reunión entre el líder de la invasión chilena y el Presidente de la Confederación, y propusieron a Chile que no apresaría más barcos peruanos y se quedaría con los tres que había confiscado sólo hasta que se solucionasen las cuestiones pendientes, mientras que la Confederación mantendría bajo vigilancia a los exiliados y no tomaría represalias por los barcos confiscados. El documento fue aceptado por la Confederación, pero fue rechazado por Chile, al igual que, más tarde, serían rechazadas las propuestas de arbitraje de Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos.

Retomando la película “Dr. No”, este libro del escritor Ian Fleming muestra el lado frío de los agentes secretos al servicio de Su Majestad, quienes se mueven con mucha sutileza para alcanzar sus objetivos.

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