Irineo Choque Cahuana
El maestro, por su experiencia de adulto, está llamado a asumir un rol de liderazgo; trabaja en una proyección a futuro que el niño/a no es capaz de concebir.
La maestra o maestro creador y comprometido con la educación proyecta sus programaciones, diseña objetivos holísticos y perfiles para conducir el proceso de aprendizaje; prevé experiencias, tiene bajo la manga alternativas y todo un bagaje de elementos que irá ofreciendo al niño/a en la medida en que éste necesite de tales o cuales estímulos para desarrollar él su propio proceso de crecimiento. En cambio si la maestra y maestro parte de los intereses del estudiante, de lo que éste trae, de sus posibilidades según su edad, de lo que le preocupa, propiciará el protagonismo real del niño/a en el proceso educativo y simultáneamente, el docente al ir posibilitando su avance desde la pedagogía, estará ejerciendo un liderazgo no contradictorio.
En este sentido, el educador, por ser adulto y pedagogo, ve más allá de lo que pueden ser los gustos, las aficiones, los intereses más inmediatos del niño y es capaz de concebir actividades cuyos objetivos el niño no es capaz de tener en cuenta y que no las puede encontrar placenteras en un primer momento, pues responden a necesidades de mediano y largo plazo.
El educador democrático realiza estrategias, en todo caso que no afectan el protagonismo y liderazgo del niño/a, tal como se fundamentan en el Nuevo Modelo Educativo Sociocomunitario Productivo Avelino Siñani – Elizardo Pérez.
Es necesario tener en cuenta que el niño está sujeto a una diversidad de influencias y que si los maestros no definimos qué queremos y no propiciamos ese espacio importante, son otros los que van a realizarlo (la televisión, Internet y otros, por ejemplo). Somos responsables de los objetivos, perfiles que trazamos y del trabajo para lograrlos, responsabilidad que hay que ir protagonizando ante el educando, por lo que éste tiene que ir participando en la definición de objetivos, perfiles, contenidos y debe ir entendiendo por qué y para qué son planteados.
Esta tarea implica poner atención hasta en los pequeños detalles de la vida cotidiana, como por ejemplo, el no tener que imponer que hay que subrayar con rojo o con azul (¿por qué tiene que ser con azul o con rojo?), o que hay que usar hoja blanca, cuadriculada o rayada. En todo caso, es necesario explicar el “porqué” de todo. Así el niño/a podrá ser consciente de adónde tiene que llegar asumiendo el sentido de lo que hace.
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