Ha partido hacia Paraguay Su Santidad y muchos compatriotas estarán sorprendidos por lo que expresó en Bolivia, sobre todo la noche del jueves, en el campo ferial cruceño. Si alguien pensó que el Papa iba a ser acorralado por la populista verborrea presidencial y por las exclamaciones eufóricas de los líderes de los movimientos sociales, se equivocó. El papa Francisco arrebató banderas de reivindicación social y se puso a la cabeza de lo que debería ser un auténtico proceso de cambio.
No vamos a afirmar, de ningún modo, que el Papa no haya sido sincero con sus palabras. No hay duda que lo fue si nos remitimos a algunas de sus expresiones recogidas en lo que va de su pontificado. Pero desde luego que Francisco sabía muy bien a qué región de América venía, a qué países, y qué esperaban de él. Con Bolivia no había cómo equivocarse. Aquí, donde cunde la miseria, la injusticia, el abuso, y la explotación del hombre, la mirada tenía que ser comprensiva y tolerante, paternal, hasta alentadora para quienes lideran el “cambio”.
En el fondo el papa Francisco dijo que la lucha contra el capital, contra el dinero, contra los explotadores, había que seguirla y profundizarla. Que había que hacer una revolución en serio. “¡No se achiquen!”, fue decir, sigan que tienen razón, que lo están haciendo bien. Arrancó lágrimas de emoción cuando reconoció que la Iglesia católica había sido culpable – hasta cómplice – de las salvajadas que cometieron los conquistadores españoles con los originarios americanos. Provocó verdadero frenesí en el Gobierno y la muchedumbre.
Hasta tuvo una referencia al derecho boliviano al mar que esta vez no sólo sorprendió gratamente a los bolivianos, sino que muy ingratamente a la Cancillería chilena, que durante los días previos a la visita papal, afirmaba que Su Santidad no tocaría ese punto porque la diplomacia vaticana así lo había anunciado. Extraña que el canciller Muñoz – tan celoso él – hubiera creído que el Papa iba a pasar por Bolivia sin mencionar el tema, cuando su deseo era alegrar a una nación desesperanzada.
Es de confiar que los mensajes del papa Francisco sirvan para reclutar fieles católicos o conservarlos para labores de evangelización. Aguardemos que sus palabras provoquen apaciguamiento en los espíritus exaltados y no animosidad. Cuando un pueblo está en plena ebullición política, como es nuestro caso, cualquier malinterpretación puede resultar arriesgada.
El tránsito de Francisco por Bolivia ha sido aclamado y no cabe duda que Bolivia lo recordará con devoción.
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