José Luis Bautista Vallejos
El impacto de la época escolar en las personas es muy fuerte, al extremo que podría repercutir significativamente en el posterior estado económico y cultural de cada individuo, ya sea porque la escuela pudo proveer herramientas útiles para la vida o porque, simplemente, no lo hizo. La propuesta de esta reflexión es poner de relieve que el papel atávico de la escuela fue generar las mejores condiciones para reproducir la pobreza y la postergación en determinados sectores de la población nacional, respondiendo así a los intereses de la clase dominante.
Primero, la escuela configuró un conjunto de normativas y criterios propios para poder funcionar. En los hechos, esto significa que una escuela se parece mucho más a otra que a cualquiera de las demás instituciones que funcionan en el mundo real, por lo que no toma en cuenta las características del medio en que está inserta. Esto, en el caso del área rural, ha provocado la terrible postergación de los estudiantes del campo debido a que el calendario escolar jamás ha sido acomodado en relación con el calendario agrícola.
Alguien podría objetar esto afirmando que en las escuelas de provincias, a pesar de que en todo el país se inician las labores escolares en febrero, se aguarda a que la época de cosecha concluya para recién empezar las clases; sin embargo, todos los estudiantes, sean del campo o de la ciudad, concluyen al mismo tiempo el año escolar, y queda como consecuencia que los estudiantes citadinos cuentan con más horas, días y hasta meses de trabajo académico respecto a sus homólogos rurales.
Segundo, los contenidos escolares tienen un carácter válido sólo para el ámbito escolar y se produce una transformación muy grande del contenido original para acomodarlo a las características del sistema escolarizado. El fracaso escolar de varios estudiantes pertenecientes a sectores económicamente desfavorecidos queda explicado por este aspecto, pues en sus colegios materias como química o física nunca se han ligado a un laboratorio y han quedado restringidas a ejercicios simples en el pizarrón; en cambio, en otras unidades educativas, sean privadas o fiscales con cierto prestigio, el trabajo con materiales adecuados en un laboratorio permitió dar sentido a los razonamientos abstractos desarrollados en la pizarra.
Tercero, la escuela promovió la producción y consumo de libros de texto que eran leídos por los estudiantes para reforzar el avance de temas en diferentes materias. En Bolivia, por décadas se usó libros de texto en escuelas y colegios bajo la siguiente consigna: los más caros y, por ello, mejor elaborados estaban destinados a las instituciones educativas que contasen con estudiantes con mayor respaldo financiero; los más baratos, que eran reimpresiones de ediciones correspondientes a años anteriores, buscaban a sus destinatarios dentro de las clases populares.
En el caso de editoriales transnacionales afincadas en el país, la edición y presentación de sus libros de texto genera interés en los lectores y motiva la lectura; empero, los libros de los años 80 y 90, que siguen circulando en los sectores populares y en provincias por su bajo costo, resultan escasamente atractivos, con información muy vaga y con actividades tan poco divertidas que su empleo por años podría ser una de las causas del grimoso odio a los libros que siente la mayoría de las personas derivadas de barrios populosos o del área rural.
En conclusión, el panorama general que presenta la escuela en Bolivia sirve para explicar el retraso académico de estudiantes provenientes del campo y de barrios periféricos en las ciudades. Y aunque es cierto que esto sucede también en otros ámbitos latinoamericanos, como señala Pablo Pineau en “La escuela como máquina de educar”, no se puede olvidar que la escuela es pivote de transformación social por excelencia, por lo que no se debe descuidar ningún problema situado en ella.
Hoy el Modelo Educativo Sociocomunitario Productivo procura atender la problemática generada por la escuela y proveer soluciones efectivas a la población escolar. Se procura eliminar la artificialidad escolar mediante la inclusión de la comunidad en la escuela; se promueve el rescate de los saberes ancestrales y la inclusión de la “práctica” como momento metodológico con la finalidad de vincular la escuela a la realidad, factores que le dan un nuevo sentido a los contenidos; el propio presidente Evo Morales ha insistido en que los maestros deben reunirse, compartir sus experiencias y escribir libros de texto. El desafío está planteado, depende de los actores educativos transformar la atmósfera escolar para eliminar desigualdades futuras.
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