Punto aparte
Cuando se recibe hay que dar, esta es una imposición ética. El papa Francisco, con sus declaraciones a favor del mar para Bolivia, ha efectuado una enorme concesión, respecto a sus propias atribuciones religiosas.
De otra parte, Chile planteó el inmediato restablecimiento de relaciones diplomáticas con Bolivia, pero sin condiciones. La concesión que hizo es que puede concretarse tal acuerdo, al margen de la demanda de diálogo presentada a la decisión del Tribunal Internacional de Justicia, con sede en La Haya.
Ahora, le corresponde a Bolivia actuar en consonancia con tales posiciones, en especial por consideración y respeto al invalorable aporte del Pontífice. Incluso, es de suponer que está esperando del país un comportamiento equivalente a su gesto.
Con mayor razón, es indispensable mostrarle que Bolivia le debe gratitud, por el amor que le está demostrando y qué mejor que sea en una cuestión que atañe de manera tan significativa a sus sentimientos cívicos e intereses públicos.
Algo más, tener en mente que un eventual acuerdo amistoso con Chile abre perspectivas enormes para el país. Tanto en el libre intercambio comercial con el resto del mundo, como impulsar un mayor acercamiento en sus relaciones con otros pueblos, para los cuales mayormente ni siquiera cuentan a Bolivia como nación existente.
Con el decisivo apoyo del papa Francisco, en buena razón, no es necesario que el presidente Evo Morales se dedique a obtener más respaldos externos. En este orden, es suficiente y de alto rango el trabajo que se le encomendó al ex presidente Carlos Mesa para ejecutar esa labor, en el ámbito internacional.
Al mandatario le correspondería volver a reunirse con los funcionarios y expertos nacionales en el tema marítimo, para diseñar las líneas maestras del futuro accionar de la diplomacia boliviana. Nada debe ser improvisado y mucho menos dar rienda suelta a los simples actos emocionales.
Las nuevas circunstancias que se ha abierto para resolver el problema del enclaustramiento patrio, exigen que los bolivianos se coloquen a la altura de las expectativas del Papa, de Chile y de los países amigos del país.
En otros términos, tiene que ponerse de manifiesto la madurez y capacidad negociadora de Bolivia, dejando de lado las posturas conflictivas, sino aquellas que demuestren altura y seriedad. Esto se impone cuando la personalidad de mayor relieve de la época, como es el caso del papa Francisco, ha tomado posición a favor de la causa marítima del país.
Si se actúa impulsivamente, como ha sucedido hasta ahora, porque la amargura y desesperación colmó la serenidad de los bolivianos, el riesgo sería fatal. No se estaría a la altura que demanda el nuevo clima que emergió en torno a la causa marítima.
Esta también es la oportunidad más propicia para que los excancilleres y estudiosos de la causa marítima nacional hagan conocer sus puntos de vista sobre lo acontecido hasta el momento. Y fundamentalmente, sus opiniones y sugerencias sobre las acciones que debe adoptar el país, cuanto antes mejor.
No es conveniente, de manera alguna, dejar que se enfríe el clima existente al presente sobre el retorno al mar. Acerca de ello, hay que recordar también aquel precepto popular que dice: cuando las papas queman, hay que apurarse para evitar que ello se consume.
Entonces, la apertura boliviana tendría que ser mucho más expresiva y consistente de lo que normalmente podía ser. Acabar con las palabras inamistosas y gestos discordantes, lo cual tendrá que influir forzosamente a que Chile se ponga en este nivel.
De ambas partes, en consecuencia, lo más pertinente es olvidar los agravios y resentimientos.
Ciertamente, Bolivia tiene en mente que sufrió una invasión territorial en 1879, que le costó la pérdida de 120 mil kilómetros cuadros del suelo propio, que le permitía acceder al océano Pacífico.
De su parte, Chile debe tener presente, en conciencia, que con su arremetida bélica acrecentó su extensión geográfica con territorio boliviano, aunque lo más importante es que le dio acceso a recursos naturales que hasta hoy constituyen la base sustancial de su economía.
Estos son los antecedentes que inciden para la apertura del diálogo sin condiciones, como pide Chile. De otro modo, nada se tendría sobre la mesa de discusión.
Sin embargo, la intervención del Papa Francisco, para que ambos países resuelvan sus diferencias, les obliga recíprocamente a colocarse en posiciones amistosas y generosas.
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