El posible restablecimiento de relaciones diplomáticas entre dos países distanciados por la invasión de 1879 a territorio boliviano, podrá marcar un espacio de distensión, pero ello no implica ni garantiza la solución del centenario diferendo. Chile está incómodo, ahora más que nunca, porque el tema marítimo boliviano va tomando consenso entre la mayoría de los pueblos del mundo. E inclusive el Vaticano se ha pronunciado porque se imponga el diálogo a fin de que dicho problema sea solucionado debidamente. Por ello es que a modo de tender una cortina distraccionista, se animó a ofrecernos el restablecimiento de relaciones diplomáticas, sin condiciones. En su molestia trata de eludirnos diplomáticamente.
Chile sabe que no vamos a dar curso a esta habilidosa propuesta, porque, por encima de un restablecimiento de relaciones diplomáticas, está el objetivo mayor, que es la recuperación de nuestra soberanía en el Pacífico.
Chile, al proponernos el restablecimiento de relaciones diplomáticas, sin condiciones, pretende que ese proceso se desarrolle tamizando ciertos temas considerados prioritarios, por Bolivia, como el marítimo.
Lo histórico hubiera sido que asuma un gesto desinteresado y seriamente comprometido con un proyecto integracionista, de predisposición, básicamente, para abordar el tema en cuestión, que es de interés para la Patria que fundara, en 1825, el Libertador Bolívar. De interés porque actualmente Bolivia está bregando, en los estrados de la Corte Internacional de Justicia, para que Chile le restituya una salida libre, útil y soberana, al Pacífico, conforme a los ofrecimientos que hiciera.
Un asunto urticante debe ser para el país vecino, ni duda cabe, hablar en relación con la demanda marítima boliviana, ya que ésta no le permite conciliar sueño. Y, posiblemente, ello se advierte, con mayor fuerza, desde que Bolivia interpuso el mencionado recurso legal en La Haya.
Chile, a tiempo de ofrecernos la restitución de relaciones diplomáticas, ha cuestionado la mediación de otros Estados en el problema que enemista, desde 1879, a ambos países, arguyendo que aquél fue superado con el Tratado de 1904.
“En realidad una mediación requiere del consentimiento de las partes y Chile se opone a una mediación porque aquí no hay nada que mediar porque hay un pacto, un Tratado (de 1904) que establece las fronteras”, aseveró el canciller chileno Heraldo Muñoz (EL DIARIO, 10 de julio de 2015).
La solución del diferendo marítimo permitiría deponer actitudes encontradas en ambos lados. Es decir tanto en Bolivia como en Chile. Permitiría avizorar nuevos derroteros en busca de otros objetivos de integración bilateral. Pero mientras haya la tozudez trasandina no habrá posibilidad de llegar a esas metas.
En suma: Chile busca restablecer las relaciones diplomáticas con Bolivia bajo sus condiciones, inadmisibles por cierto. Lo primero es nuestra causa marítima.
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