Muchas veces, las denuncias sobre los dramas que se producen en las cárceles del país han llegado a las autoridades y cada una de ellas ha prometido “terminar estudios para solucionar el problema”. Las cárceles del país se han convertido en infiernillos donde los presos pagan el doble de las penas a que han sido condenados y, en casos, comparten su tragedia, con esposa e hijos.
El drama es interminable porque viven alojados en locales estrechos, no cuentan con los servicios necesarios o, si los tienen, son de pésima calidad, sin higiene ni mínimas condiciones de comodidad. Los niños que comparten las penas del padre o de la madre, viven con las incomodidades y los peligros que implica la compañía muchas veces de maleantes avezados, violadores, asesinos, drogadictos y todo tipo de personas que han delinquido.
Tomando tan sólo el caso del Panóptico de La Paz, los proyectos para terminar los graves problemas de los presos incluyen la venta de esos predios, construir una cárcel con todos los adelantos modernos y en el tiempo más corto; pero pasado el momento de formular ideas y promesas, nada ocurre y el problema se agudiza más porque el número de presos aumenta, la situación de muchos niños continúa, la condición de mujeres es más dolorosa porque hay embarazadas y sigue el diario vivir en condiciones que nada tienen de humanas.
En cárceles como las de Cochabamba, Santa Cruz, Tarija, Oruro y otras ciudades, existen los mismos problemas; al margen de todo ello, para tener relativas comodidades y buen trato al parecer se requiere contar con dinero, ya que todo estaría supeditado a “quién paga más”.
El Poder Judicial tarda en atender los casos de personas que esperan muchos años una sentencia y no faltan casos de quienes habrían cumplido su condena hace mucho tiempo y no hay quien “se haya dado cuenta de ello”. Mucho se asegura que ha disminuido la presencia de niños y esposas en las cárceles; pero la realidad muestra que no siempre ocurre ello y continúa la costumbre de “convivir con la familia”, un método que han adoptado muchos presos, sin que alguna autoridad se preocupe del problema.
Se arguye que no hay dinero para atender al régimen carcelario y proporcionarle nueva infraestructura, aunque ésta se la podría lograr hasta con la cooperación internacional. Que se sepa, falta planificación para remediar el caso y, por supuesto, no existen planos para la construcción de nuevas cárceles; entretanto, el drama sigue y aumenta y daña a la institucionalidad del país.
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