No hay nada qué hacer, somos una nación de tercos. Basta con ver a S.E. el Presidente. Si el asunto marítimo no se soluciona luego de más de 130 años de arrebatado el Litoral, tendrá una solución dentro de otros cien años más. O dentro de doscientos. Pero, entre tanto, ¿qué va a suceder con Chile? ¿Cuándo vamos a convivir en armonía? ¿Seguiremos tirándoles piedras a su tejado como vecinos malcriados? ¿Nos iremos preparando para una revancha descabellada? Absolutamente, no. El problema seguirá en pie y nuestros reclamos no cesarán hasta que haya una solución pasablemente aceptable porque la demanda boliviana es justa.
Chile debería replantearse el asunto del mar con Bolivia haciendo un profundo análisis interno, midiendo las ventajas y desventajas de un arreglo. Se puede comprender que como país triunfador en un conflicto bélico continúen siendo sus victorias guerreras una cuestión de orgullo nacional. Los fastos militares deben ser hermosos y no hay por qué renunciar a ellos. Lo que sí, no se puede comprometer el futuro de una relación vecinal amistosa apelando a la sangre derramada por los antepasados. No se puede negar un trozo ínfimo de territorio porque haya costado vidas, si la conquista territorial fue inmensa. Los perdedores también derramaron sangre, perdieron jóvenes, y se quedaron sin nada, encerrados. Bolivia no ha ganado ninguna guerra. Siempre ha perdido, pero ese no es motivo para que la derrota la deba sufrir eternamente.
¿Cómo un pueblo inteligente y culto como el chileno no va a medir los pro y contra de una solución con Bolivia? ¿Cómo un país que se destaca en el liderazgo entre las naciones desarrolladas va a seguir sobrellevando ese baldón de haber encerrado a su vecino luego de una guerra desigual? ¿Por qué tener que estar explicando al mundo entero, cada vez, que ya se firmó un tratado de paz y que por lo tanto Bolivia no tiene derecho a reclamo alguno? ¿Cree Chile en verdad que la comunidad internacional está convencida de la razón que expone? ¿No será que Bolivia tozudamente, porfiadamente, tercos como buenos aymaras, está horadando la piedra, gota a gota?
Los países vecinos y de ultramar tienen simpatía por la causa boliviana porque la están conociendo cada vez más. Las declaraciones de los mandatarios y de las cancillerías son elocuentes. No significa que Chile no neutralice esos apoyos echando mano de su diplomacia y logre contrarrestarlos. ¿Pero esto va a ser eterno? Porque Chile sabe muy bien – o debería saberlo – que los bolivianos seguiremos por los siglos de los siglos reclamando una parte de nuestro mar perdido.
Ayer fue la Liga de las Naciones, después NNUU y la OEA, siempre las negociaciones bilaterales, declaraciones conjuntas como para empapelar nuestra Cancillería, ora el Grupo de los 77, Unasur, ora Celac, Mercosur, ALBA, y cuanto organismo u opción se presente para protestar. Ahora estamos con nuestra demanda ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya a sabiendas de que es algo de largo aliento, tiempo durante el cual no podemos callar la boca. Por eso no hemos dejado pasar la oportunidad de buscar el apoyo del papa Francisco, que lo dio bondadosamente, aunque en Chile tal vez el respaldo les haya parecido tibio. Pero les preocupó porque el Vaticano se está interesando en una solución.
Es que en estas épocas, cuando el riesgo de que nuestro vecino nos vuelva a invadir es algo impensable, Bolivia tiene que lograr un acuerdo aceptable. Chile dice que está atado a Perú por el Tratado de 1929 y que habría que lograr el consentimiento peruano para una solución soberana al norte de Arica. Bueno, Bolivia no es firmante de ese tratado y no puede hacer nada. Todo lo contrario, el Tratado de 1929 se firmó expresamente contra Bolivia. Si Chile lo alentó, sabrá cómo arreglar el entuerto, y no pensar que lo solucione quien quedó fuera de ese acuerdo entre dos.
En Bolivia protestamos marchando. Es la forma de ser de nuestro pueblo. Marchamos por todo y por nada. Una marcha hacia el mar podría ser terrible. La desesperación podría llevarnos a marchar hacia la costa atravesando la cordillera y retando los campos minados que todavía mantiene Chile en la frontera. ¿Detendrían una marcha de hombres, mujeres, niños y viejos, las minas y las alambradas? ¿La detendría el ejército chileno ante cientos de cámaras de Tv del mundo entero? ¿Chile está esperando ese sacrificio supremo nuestro para ablandarse?
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