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El buen sentido profesional aconseja verificar todas las informaciones no testimoniadas en persona (e incluso éstas), más aún si son polémicas. Ninguna reserva fue utilizada cuando hace un mes se anunciaba que el Santo Padre acullicaría coca al llegar a Bolivia. La fuente era el Ministro de Culturas, en una entrevista que traía la agencia oficial de noticias ABI. Reproducida sin contextualizaciones necesarias, la noticia dejó en muchos la impresión de que el Pontífice efectivamente masticaría coca y que de alguna manera conferiría universalidad a la costumbre, cuya legalidad está garantizada por las normas bolivianas, pero sólo en territorio nacional. Tal masticación no ocurrió. En todo caso, el portavoz de la Santa Sede había declarado que el Papa haría lo que juzgase correcto.
Para el oficio informativo, el episodio contiene lecciones que deben ser subrayadas. Con fecha 28 de junio, decía el primer párrafo de la noticia de la agencia oficial: “El papa Francisco pidió a las autoridades bolivianas hojas de coca para masticarlas apenas llegue al aeropuerto de El Alto, a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar, en el inicio de su visita a Bolivia, entre el 8 y 10 de julio, informó el domingo el ministro de Culturas, Marko Machicao”. El ministro había hablado en un programa estatal de radio y televisión, en el que agregó, a decir de la nota de ABI: “Se le había ofrecido mate de coca o algo para la altura. Él nos ha pedido específicamente que quiere hacer masticado de coca (...). Así que al Santo Padre se le estará esperado con la sagrada hoja de coca”.
La afirmación habría requerido de algunas precisiones. Frases como “…nos ha pedido específicamente”, o “se le (¿?) estará esperando con”, necesitaban de identificación, detalle y elaboración. Con todo, a partir de la nota informativa oficial los medios iniciaron la carrera por difundir la información, y algunos dieron por descontado el acullicado. Con la avalancha de otras noticias, la cuestión pasó a segundo plano. Al repasar ese día los medios impresos, noté que sólo El Día, de Santa Cruz, colocaba la atribución correspondiente dentro de su titular principal: Según el gobierno, etc. Los Tiempos colocó la atribución en el subtítulo. Los otros medios que pude leer dijeron en el titular principal que el Santo Padre con certeza masticaría coca o que quería hacerlo, y reproducían la información oficial. Ninguno subrayó que la versión noticiosa provenía de la agencia gubernamental, que por definición no es neutral. Decirlo no habría sido una redundancia, pues era necesario destacar con precisión al lector, al oyente y al espectador de dónde se originaba esa información.
El legalizar la masticación es una cruzada en la que está empeñado el gobierno y esa campaña lo llevó a retirar a Bolivia de la Convención de Viena temporalmente. No obstante, si a alguien se le ocurriera abrir la bolsita con hojas y empezar a masticar públicamente en algún parque europeo o japonés, llamará la atención de la policía. Y los meseros de cualquier restaurant francés levantarán las cejas si se les pide un mate de coca, pues no sabrán qué se les está pidiendo.
Los descuidos no son extraños a la tarea de los periodistas y sus editores. Por eso es necesario estar alertas contra formas de expresión tan frecuentes que parecen correctas. El verbo advertir es a menudo utilizado por medios escritos como sinónimo de amenazar (“mineros advierten que harán huelga” o “cívicos advierten que tomarán medidas”. El etcétera es largo.) En las más recientes elecciones no entendí por qué se habló tanto de disputa electoral “subnacional” cuando se hacía referencia a los comicios departamentales. La designación de alcaldes ¿sería entonces una elección subdepartamental o subprovincial? Sería más correcto hablar de elecciones locales o departamentales.
El tema me ha permitido apartarme de otros sobre los que espero volver.
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