Es plausible la disposición de la Alcaldía, que ha destinado en una parte de la Terminal de Buses, espacios necesarios para albergar a personas necesitadas e indigentes que, generalmente, “duermen” (si eso puede llamarse dormir) debajo de puentes, en parques y plazas, a más de sufrir hambre, frío y enfermedades de toda clase. La pobreza es un mal que lacera a todas esas personas que sólo cuentan con muy poco dinero para su manutención y, además, padecen el abandono de sus parientes.
El sitio destinado a estas personas se complementa con un buen desayuno y, algunas veces, con el servicio de almuerzo al que contribuyen algunas instituciones y personas que se conduelen por la situación de los que necesitan no sólo el pan de cada día, el sitio para descansar, sino también el amor, atención y comprensión de la población.
¿Cuánto significaría para el Gobierno que siempre, en los últimos ochos años, se jactó de contar con mucho dinero, construir albergues para indigentes? Albergues que, en su caso, habría que levantarlos en muchos sitios del país donde abunda la pobreza y hace sus estragos. ¿Cuánto significaría que los municipios destinen partidas para el desayuno y un modesto almuerzo? ¿Cuánto se requerirá para proveer de catres, colchones y frazadas a esos albergues?
Quienes esperan la solidaridad y conciencia de las autoridades, nada tienen y están a la espera de que se les atienda y provea siquiera de lo más necesario para vivir; vivir, tal vez, últimos días o semanas de su vida. Gentes que, en su momento, han trabajado y dedicado esfuerzos para ganar el sustento familiar y hoy, sin jubilación alguna o tan sólo con el “bono dignidad”, padecen los rigores del frío, los latigazos del hambre y los dolores que causan muchas enfermedades reumáticas, estomacales y de otra índole.
Mucho se ha dicho en los últimos años sobre “la no utilización de partidas presupuestarias por parte de Alcaldías y Gobernaciones”, ¿acaso no sería posible construir albergues? La colectividad nacional, cuando sabe de estas urgencias y necesidades, despierta sus conciencias solidarias y bien podrían las alcaldías pedir contribuciones para un fondo que permita hacer realidad el que personas necesitadas e indigentes cuenten, permanentemente, con sitios para alojarse y recibir algún sustento alimenticio.
Así como los países se hacen grandes por destinar sus remanentes de dinero a socorrer a naciones necesitadas, así los hombres que poseen tranquilidad económica, podrían, en conciencia, destinar parte, una mínima parte de lo que tienen para dar algún bienestar a quienes nada tienen, pero sólo conservan sus esperanzas de encontrar a personas que las comprendan y, con hechos, les demuestren amor solidario.
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