La riqueza de Potosí fue abrumadora, a punto tal que el propio Miguel de Cervantes en su obra “Don Quijote” cita las minas de Potosí en su inolvidable texto: “Si yo te hubiera de pagar, Sancho, conforme lo que merece la grandeza y calidad deste remedio, el tesoro de Venecia, las minas del Potosí fueran poco para pagarte; toma tú el tiento a lo que llevas mío, y pon el precio a cada azote…” (copiado textual).
En España se acuñó un interesante término para denominar fortuna y riqueza: “Vale un Potosí” haciendo referencia a la grande fortuna potosina en metales (plata).
La sureña ciudad boliviana de Potosí llegó a su apogeo comercial durante la colonia española. Así testimonian las crónicas del cronista y primer escritor boliviano, Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela (1674-1736), en “Historia de la Villa Imperial de Potosí” y “Anales de la Villa Imperial de Potosí”, en donde explica la vida de la ciudad que –en su momento- era conocida como Villa Imperial, en las faldas de la mágica montaña denominada Sumaj Orcko (o ‘Cerro Rico’ en idioma indígena quechua), la mina de plata más grande del mundo y con población de más de 160.000 personas (en 1625), por encima de Sevilla-España.
Infortunadamente hoy Potosí es una de las ciudades y las regiones más empobrecidas de Bolivia. Toda la plata que ofreció al mundo no fue suficiente para hacer de Potosí la Sevilla de hoy. Bolivia es ahora un país con importantes reservas y potencial en negocios de gas natural, es sin lugar a equívoco la próxima “Qatar latinoamericana”; 15 años de intensa explotación de gas natural muestran la capacidad boliviana de generar interesantes esquemas de explotación de recursos naturales, pero aún falta que esos ingresos por venta de recursos naturales sean traducidos en desarrollo efectivo de sus regiones. No dudamos que el gas natural transforme a Bolivia de país exportador de materia prima a país exportador de valor agregado en plásticos, electricidad, productos gas-químicos, tecnología, convirtiéndose así en la verdadera “Qatar latinoamericana”.
De momento esos ingresos no pudieron ser distribuidos de tal manera de diversificar nuestra economía. Y quizá una de las regiones que más sufrió por abandono es Potosí que –si leemos la prensa boliviana- está en medio de reclamaciones a la administración central del Estado boliviano por mejorar condiciones de vida y abandonar, en esta generación, la pobreza que la asfixia.
Las reclamaciones de Potosí tienen que ver con su mínimo desarrollo, para exigir al Estado central boliviano que lo atienda, por ejemplo, con inversiones para mejorar su suministro eléctrico (Complejo hidroeléctrico Río Yura; Planta hidroeléctrica Supay Chaca Río Pilcomayo); inversiones estatales en su sistema regional de salud (Hospital de segundo nivel en San Cristóbal; Hospital materno infantil; Hospital de segundo nivel en su ciudad intermedia Llallagua; junto con más médicos y enfermeras); mejoras en su sistema de comunicaciones (construcción de aeropuerto internacional Lequezana; construcción de puente internacional Villazón con Argentina; carretera Incata-San Antonio; carretera Uyuni–Hito 60; carretera Potosí–Puente Méndez; carretera Potosí–Capinota Cochabamba, entre otros); mejoras a su sistema industrial regional (Fábrica de cal en Cayara; Planta recicladora de basura; planta de energía eólica; fábrica de cemento en Coroma); y finalmente mejorar su sistema de educación regional (más maestros y asignaciones presupuestarias estatales).
A ello se debe agregar la necesidad de invertir en exploración de gas y petróleo y de estudiar la provisión de gas natural y electricidad para activar la explotación del litio que Potosí tiene en abundancia y que podrá ser –junto con el gas- otro puntal de desarrollo boliviano.
Las demandas de Potosí son básicas, tienen que ver con desarrollo integral con base en equidad, solidaridad y prosperidad compartidas entre todos. No es posible que estados modernos permitan un país desequilibrado: regiones muy pobres y regiones muy prósperas.
Mi admiración y respeto a Potosí, deseo que se cumpla con esa región tan querida de Bolivia y tan querida del libertador Simón Bolívar, donde -pese a la altura de la ciudad 3900 msnm- gustoso estuvo, compartiendo con sus habitantes y gozando de sus exquisiteces regionales (crónicas de la visita de Bolívar a Potosí, octubre de 1825, a los pocos meses de fundarse la flamante República de Bolivia).
Potosí, que tanto entregó a Bolivia y al mundo, merece con justicia una oportunidad de desarrollo integral, merece ingresar a la modernidad.
El autor es consultor del sector privado, sigue sus análisis en Twitter: @bguzqueda
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