Barrios paceños
Miryam Saavedra L.
Es la primera como “zona” y parroquia a la vez. Su origen se remonta al año 1550, fecha en que la Alcaldía Ordinaria a cargo del Corregidor de la ciudad don Juan Antonio de Ulloa, que dio setecientos pesos con la finalidad de hacer el terraplén de la plazoleta destinada a los vecinos españoles residente en la zona; contribuyó también a las primeras obras de urbanización doña Mercedes Sanjurjo con mil pesos de plata para la edificación de la iglesia dedicada al culto del apóstol San Pedro (denominado así en memoria del Virrey y eclesiástico Pedro de La Gasca.
En un comienzo regentó la iglesia, como cura vicario Dionisio de Guzmán; después asumió la dirección espiritual de la parroquia tan luego que fuera fundada la ciudad el presbítero Juan Rodríguez Queipo.
En el templo actual de San Sebastián se venera también a una preciosa imagen esculturada de la virgen de los Dolores, de autor desconocido.
Fundada la ciudad en este lugar en 1548 por el capitán Alonso de Mendoza quedó posesionado como teniente corregidor don Juan de Vargas el 27 de octubre y fue quién verificó el primer acto de urbanización de la nueva ciudad dando las órdenes fundamentales al maestro albañil o alarife Juan Gutiérrez Paniagua.
Paniagua, al mes de activo trabajo, logró la planificación originario de Chuquiago, logrando una división en barrios, quedando de esta suerte fraccionada la ciudad de La Paz y expedita para la administración parroquial de grandes privilegios en la época, de parte de las autoridades, loca-les, civiles y eclesiásticas, en dos partes: La arteria central comprendida por Chu-rubamba y sus aledaños –llamada “urba-na” –subdividida– en dos plazas, la una para españoles (hoy Alonso de Mendoza) y la otra plaza para los indígenas (actual-mente avenida América), la otra arteria “rural” abarcaba desde el límite del barrio anterior hasta el mismo Churubamba (lu-gar de caracoles).
Actualmente, la zona más antigua de la ciudad de La Paz se encuentra bastante poblada y se ha convertido en la más con-currida, comercial y populosa de la ciudad.
Allí se encuentran bancos financieros, bares, ópticas, restaurantes, tiendas dis-cográficas hasta hace algunos años, pues-tos de venta, en la calle Tiquina, una feria nocturna y en la plaza misma aún sobre-viven los conocidos “fotecos” con sus má-quinas fotográficas bastante rústicas. Tam-bién se instaló una parada de vehículos de transporte público hacia el Alto. También sobreviven algunas viejas casonas de es-tructura colonial que bordean la Plaza Alonso de Mendoza y Evaristo Valle. Final-mente, allí también se encuentra la casona del cacique Quirquincha, convertida en museo.
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