La noticia de perfil
Después de permanecer cuarenta y ocho horas en el Palacio de Gobierno, cumpliendo sus tareas de corresponsal en ese histórico lugar, Macacha retornó a nuestra oficina de redacción, donde yo la esperaba ansioso por conocer la intensa actividad que allí se desarrolló para buscar una solución a las justas demandas del Departamento de Potosí.
Extenuada por tanto correteo en pos de una cosa tan sencilla, como parecía ser una audiencia presidencial con los dirigentes de un Departamento insatisfecho en sus demandas, pedí a la cholita cochabambina que tratara de exponerme las razones que pudieran explicar el porqué de tales idas y venidas, de tantas consultas y conciliábulos, y tanto paseo de ilustres personajes.
La cholita fatigada me miró y me dijo a punto de llorar: “no se oye, tatay”. Con la absurda creencia de que mi comadritay se hubiera vuelto sorda, llegué a pensar en una repentina obstrucción de sus canales auditivos, pero ella rechazó mi suposición infantil, diciéndome en voz alta: “no sea usted, pues, tan sonso, compadre, yo no soy la sorda, sino todos los actores oficialistas de este drama colectivo, desde el Presidente del Estado Plurinacional y Folclórico hasta el último de los operadores palaciegos de este entuerto”.
Llevado por la rutas que me marcaba mi fiel reportera, le pregunté si nuestro Presidente vitalicio había dicho alguna vez “no se oye, tatay” (en alusión a una posible sordera), respondiéndome mi comadritay: “claro que está sordo, porque cuando le comunicaron que los dirigentes cívicos potosinos le solicitaron una audiencia en su despacho presidencial, él se fue a Buenos Aires y a Río de Janeiro, y cuando volvió a Bolivia, prefirió irse a entregar una canchita y a jugar al fútbol…, está más sordo que una tapia”.
Sin rechazar totalmente esa posibilidad, me atreví a decirle a mi comadritay que la sordera no es contagiosa, y si el Presidente está sordo, no hay por qué pensar en que sus Ministros más famosos también lo están. La cholita cochabambina nacida en Quillacollo me miró despectivamente y con aires de superioridad me dijo en mi cara y sin anestesia: “por Dios, compadrituy, no siga siendo tan gil, acaso usted no sabe que si Evo Morales dice alguna cosa sus Ministros lo aceptan como un dogma y repiten lo que dijo su jefe sin chistar…”. De esa manera, es fácil colegir que si el jefe dice “no se oye, tatay”, todos los ministros repetirán en nuestras orejas “no se oye, tatay”.
Abrumado por la contundencia de sus palabras, estoy por creer que la frase más aceptada en este conflicto que preocupa a todo el país es y será: “no se oye, tatay”.
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