Buscando la verdad
Una vez más las interminables lluvias y el crudo frío afectan severamente al productor del agro cruceño, no sólo a su salud y la de sus familias sino también a los cultivos, la zafra, la siembra, su productividad y -por ende- sus ingresos.
Desde las alturas, la ciudad o la comodidad de una oficina resulta muy difícil entender el drama que viven quienes en cada campaña agrícola dan todo de sí para producir los alimentos que cada día consumimos los bolivianos.
Las palabras no alcanzan para describir el panorama: aguaceros y hasta granizo hubo -todo inundado-, sume a ello un frío y viento infrecuentes y tendrá un cuadro dantesco. La destrucción de los caminos y puentes, la insuficiencia de drenaje o la falta de aquél, las vulnerables condiciones habitacionales de los propietarios y de los trabajadores en el campo cruceño por causa del agua se traducen en impotencia y angustia. ¿Trabajar en tales condiciones? ¡Imposible!
Muchos de los afectados no hablan ya de lo que les pasa, unos porque están cansados de reclamar y de que no se haga nada, otros porque mascullan su desgracia en silencio y los hay también quienes esperan que Dios les haga un milagro, todos ellos… héroes anónimos sin voz.
Hay que estar en el campo para entender la magnitud del desastre y su desvelo: desde que el producto no se agusane, el pago de salarios -se trabaje o no-, las peripecias para conseguir combustible, alimentar a los trabajadores, conseguir repuestos, atender a los enfermos, arreglar equipos arruinados, honrar las obligaciones bancarias, amén de las ineludibles responsabilidades familiares… ¿no le parece que es demasiada la carga que llevan nuestros agroproductores sobre sus espaldas?
Pero añada a ello el contrabando de alimentos que afecta a un sector que sin tener permiso para exportar sus excedentes debe pagar sí o sí -aunque no tenga de dónde- bajo una presión fiscal, laboral y burocrática que se hace ya insostenible, por lo que más de uno piensa en tirar la toalla. Vergüenza ajena sentí cuando uno de ellos me contó el dolor que le provocó el que -para la venida del Papa- hubiera entre policías y militares, cerca de 17.000 efectivos encargados de su seguridad en La Paz y Santa Cruz, mientras que para controlar las fronteras apenas hay unos cuantos…
Pero esta estirpe de valerosos hombres y mujeres no se rendirá y no lo hará, pues -así comprometan hasta su patrimonio familiar- su misión de vida es el producir alimentos. Benditos los productores del campo por darnos de comer… ¡benditos sean!
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
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