A medida que se va acentuando en el país la política económica liberal de favorecer a ultranza las importaciones de toda clase de productos, desde máquinas hasta palillos de fósforos y en especial de alimentos, vale decir desproteger la producción nacional y, a la par, eliminar la producción interna de la misma, los datos estadísticos van confirmando la condición neocolonial a que fue conducida la economía nacional. El pueblo boliviano está sobreviviendo con alimentos, ropa y otros de origen extranjero, en proporciones crecientes, en la misma forma que en tiempos del coloniaje, cuando todo lo que consumía la población era de origen extranjero, lo cual provocó reacciones sociales de gran magnitud, como las revoluciones de 1809 y otras oportunidades.
Ahora la opinión pública se sorprendió vivamente con la noticia acerca de que el país importa casi un tercio de la miel de abeja que consume y que, además, se trata de miel adulterada provista a los consumidores con precios altos. Por otro lado, ese hecho obliga a importar dicho alimento en cantidad de casi 120.000 kilos al año, por alrededor de 350.000 dólares, de países vecinos como Perú, Argentina, Chile y Brasil, y otros de Europa, así como EEUU. Es más, la información de productores de miel sostiene que mientras las importaciones de ese alimento aumentan, la producción interna está en descenso continuo.
La información agrega que la población boliviana consume el 30 por ciento de miel de abeja importada y en vista que se han presentado enfermedades en las abejas y se ha quitado a esos insectos la posibilidad de alimentarse de la flora natural (debido a la erradicación de plantaciones de frutas, café, verduras, papa y otros en los yungas de La Paz, Cochabamba y otros lugares), la muerte a corto plazo de esta actividad ha sido poco menos que decretada.
En medio de esa grave situación, en días pasados el Gobierno decidió crear un complejo apícola en Irupana, segunda capital de la Provincia sur yungas, el mismo que, según el proyecto, producirá 4.250 toneladas de miel, las mismas que cubrirían y hasta saturarían el mercado de consumo interno y aun servirían para la exportación. Se calcula que esa producción equivaldrá a alrededor de 30 millones de dólares a partir del segundo año de funcionamiento, en los términos más optimistas.
La creación de esa dependencia técnica del Estado ha sido bien recibida, pero al parecer chocaría con dificultades considerables, debido a que las regiones en las que será instalada están adoleciendo, desde tiempo atrás, de notables labores de deforestación y destrucción de cultivos tradicionales, lo cual ha hecho desaparecer flores con abundante polen y néctar de los que viven las abejas. La deforestación ha significado en esas zonas, por otro lado, un total de tierras agrícolas que estaría cerca de las 20 mil hectáreas, muchas de las cuales han sido convertidas en plantaciones de coca.
En otro aspecto, la planta de la coca produce pequeñas flores con muy poco polen y néctar, de tal forma que no son atracción para las abejas. Además en las cosechas de coca la flor es cortada junto con la hoja, de tal forma que las abejas domésticas no tienen a dónde acudir para alimentarse y se ven obligadas a migrar (enjambrar) a zonas lejanas, donde retornan a la vida silvestre o perecen por dificultades ecológicas. Esa misma disposición determina que los campesinos, considerados como meros tenedores o usufructuarios (y no propietarios) de parcelas de miseria, no se puedan dedicar a la apicultura y continúen acostumbrados al cultivo de coca, que les produce notables ingresos por cosechas trianuales y sin mayores riesgos, además de tener el consumo asegurado por el aumento de la demanda en los mercados de consumo internacionales y nacionales, tanto para uso personal como para la extracción del temido alcaloide conocido como cocaína.
En todo caso, la iniciativa de crear centros apícolas en el país es digna de aprecio, pero siempre que esté destinada a tener resultados positivos, efecto que se podría obtener en caso de que los criadores de abejas tengan garantizada la existencia de sus colmenas y que éstas den alta producción con base en plantas frutales, café, verduras y otras que cambien los cultivos de coca.
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