Almirante (sp) Jorge Botello Monje
El Papa finalmente hizo mención del problema que nos tiene enfrentados con Chile, esto motivó reacciones chilenas pretendiendo negar el hecho, es su recurso cuando algo no está a su favor. No faltó quien, desde Santiago, lo descalificó para opinar en temas de política internacional. ¿Un triunfo de la diplomacia boliviana? En todo caso un triunfo de la verdad sobre su distorsión.
Dijo el Papa: “Estoy pensando en el mar, diálogo, el diálogo es indispensable”. La expresión manifiesta, claramente, el reconocimiento a la existencia de un problema por resolver. Para él, en su condición de Jefe de la Iglesia Católica y del Estado de la Ciudad del Vaticano, hay pendiente un asunto entre los países involucrados en la temática marítima y el apoyo, por la condición de quien lo formuló, no sólo tiene carácter moral y espiritual, es también político.
Indudablemente este resultado es la culminación de la persistente y, a nuestro juicio, acertada campaña de difusión que puso el tema en conocimiento de sectores que antes lo ignoraban o lo malentendían, producto de acciones de desinformación, previas, de Chile.
En el campo comunicacional, la iniciativa ha estado del lado boliviano, gracias a las constantes declaraciones del Presidente al respecto y del trabajo llevado a cabo por el ex presidente Mesa. Ahora Chile pretende retomar la iniciativa y sus legisladores se han pronunciado para que su Gobierno reanude relaciones con Bolivia, pero apoyando la posición de la presidente Bachelet en sentido de que no se puede negociar el tema marítimo en los términos que reclamamos, es decir que de principio se fija un condicionante, reanudamos relaciones y tratamos los temas, pero desde la óptica chilena.
Nuestro Gobierno debe tomar las medidas necesarias para enfrentar esta táctica chilena destinada a desinformar a la opinión pública mundial, ante la cual pretende mostrarse completamente dispuesto a dialogar, lo que llevaría a preguntarse a ese colectivo, si Chile quiere dialogar ¿por qué la demanda?
Es importante resaltar la diferencia entre lo que el vecino entiende como diálogo y el diálogo que demandamos los bolivianos; para ese país, el diálogo no es un medio de solución sino de dilación; un recurso para demorar los posibles arreglos, esperando que con el tiempo se diluya el tema, tal vez por la creencia de que un nuevo Gobierno acepte volver a las infructuosas negociaciones al modo chileno. Para los bolivianos el diálogo es un medio pacífico de solución de controversias, por eso la demanda, que de resultar favorable, como esperamos quienes creemos en la justicia, obligará a un diálogo serio.
Nuestro país debería, con la misma publicidad a la que apela Chile, aceptar la reanudación de relaciones, si el vecino acepta que éstas implican el diálogo sobre todos los temas de interés de cada una de las partes, lo cual incluye por supuesto el problema marítimo, a la luz de los compromisos que libre y previamente aceptó.
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