No nos referimos al venezolano Leopoldo López, rehén del gobierno de Maduro, sino a Leopoldo Fernández rehén de S.E. Sin embargo, existen similitudes entre los dos líderes opositores al populismo destructor de naciones. Leopoldo López fue imbatible en el municipio caraqueño de Chacao, como Leopoldo Fernández en Pando. Ambos fueron condenados a priori desde lo más alto de la cúpula gubernamental y antes de huir prefirieron entregarse a sus cancerberos para demostrar su inocencia. Leopoldo López fue a parar con sus huesos a la prisión de Ramo Verde y nuestro amigo Leopoldo pasó, por lo menos un lustro, en la tétrica cárcel de San Pedro antes que le otorgaran la detención domiciliaria.
Pero López es joven, tiene mucho por delante todavía, mientras que Leopoldo Fernández quedó atrapado en las mazmorras paceñas cuando había superado largamente el medio siglo de existencia y en la prisión enfermó a tal extremo que, de permanecer encerrado, hubiera perdido la vida. Si no fuera que contó con una esposa extraordinaria y unas hijas con gran fortaleza y amor filial, su destino hubiera sido fatal. Además hay que lamentar que mientras el venezolano pudo promover apoyos mediáticos muy importantes a nivel continental, nuestro compatriota fue quedando paulatinamente en el olvido hasta de sus propios correligionarios de antaño. Su pueblo es el único que lo tiene vivo en la memoria para ira de la canalla masista.
Cuando se escriba la historia sobre estos sombríos años del Estado Plurinacional, sobre el sometimiento de la justicia a sus dictados, el ejemplo de lo sucedido con Leopoldo Fernández abarcará muchas páginas. Se lo quiso involucrar con los asesinatos de Porvenir cuando todo el mundo sabía que eso fue provocado por milicias del Gobierno. Se lo calumnió de mil maneras, pero no hubo nunca una sentencia judicial y, por el contrario, resulta que los testigos que había buscado el Poder para acusarlo, ahora desisten de sus declaraciones iniciales y se retractan con vergüenza.
No obstante, el mal ya está hecho. Se ha provocado un daño por el que alguien, algún día, tendrá que responder. Las calumnias, las intrigas, las incitaciones contra Leopoldo, no deben quedar impunes. No se puede destruir la vida de una persona honrada por un odio político sin sentido. Odio por alguien que jamás atentó contra la integridad de nadie habiendo ejercido cargos políticos de tanto riesgo y responsabilidad. Leopoldo es un rehén del Gobierno que teme a Pando sacudiéndose de la plaga que ha instalado allí.
Esto de conservar rehenes es una modalidad que ha impuesto el actual Gobierno. No se tenían antecedentes de personalidades sometidas a prisión, durante años, sin juicio ni sentencia. Hemos visto y lo seguimos observando azorados, cómo casi cuarenta ciudadanos han tenido que soportar las peores afrentas y la cárcel, sólo para ser utilizados como garantía para presionar y extorsionar al pueblo cruceño. Rehén, según el diccionario de la RAE, es: “persona retenida por alguien como garantía para obligar a un tercero a cumplir determinadas condiciones”. ¿No fue eso lo que sucedió con Leopoldo Fernández respecto de Pando? ¿Con los presos del caso Rózsa respecto de Santa Cruz? ¿No será lo mismo con la actual situación de Carmelo Lens en el Beni? ¿No se retuvo en prisión a las personas como medio de presión – o de extorsión – frente a sociedades adversas a la política del oficialismo?
Lamentablemente, es de todos sabido que esto de retener rehenes no se puede hacer sin la complicidad judicial. Sin la complicidad o el sometimiento de los magistrados, como es el caso boliviano. Es vergonzoso lo que sucede en el país, pero por lo menos tenemos la esperanza de que en algún momento todo cambiará y la justicia no permitirá más estos abusos que no son dignos de una nación civilizada.
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