Que los más privilegiados no ganan siempre, y aquellos que son menos afortunados, pero que tal vez realizan un mayor esfuerzo pueden obtener recompensa. La vida no es justa a veces, pero tienen que existir recompensas por hacer las cosas bien. No fue de extrañar entonces lo ocurrido ayer durante la realización del GP de Hungría. Ganó el “niño maravilla” de la F1, Sebastián Vettel, a pesar que los hinchas decían que Hamilton era el favorito. En síntesis venció el escolta, porque ya aburría observar a los Mercedes arriba. Qué esfuerzos increíbles, ya sea por parte del equipo o del piloto para subsanar una deficiencia, que al final dan resultados. Sin embargo, ahí estaba el hombre que llevó ese coche a posiciones difíciles de alcanzar. Fue una ruptura del orden natural y que hizo que todos valorarán aún más los esfuerzos del piloto alemán. Puesto que las energías de Vettel, su determinación, su concentración, su carisma lo convertían como digno ganador, porque ahí estaba un hombre que aprovecho al máximo la notable mejora en el rendimiento de su Ferrari. De hecho, cuando los favoritos ganan continuamente, incluso si una vez cumplieron el rol de los desvalidos comienzan a ganarse el disgusto general y se les atribuye el lugar de los villanos que arruinan el deporte. Ahora viene la pregunta, ¿cuanto afecta el hecho que Mercedes gane todo el tiempo para que no sea querido por la gente?. Otros dicen deberíamos estar aplaudiendo sus continuos éxitos. Para los entendidos Sebastián Vettel es un piloto consagrado, que busca su quinto título mundial.