Si hubo una mujer abnegada, que nunca esperó recompensa alguna, y trataba de cumplir sus cometidos con absoluta confianza y discreción, fue Simona Josefa Manzaneda.
Nació en La Paz el 28 de octubre de l780, se casó con Pablo Gonzales, tuvo un hijo al que bautizaron con el nombre de José María. Su esposo murió a los pocos años del matrimonio, ella, mestiza del pueblo paceño, trabajaba como costurera confeccionando jubones.
Cuando se iniciaron en la ciudad de La Paz los gritos de libertad, en pro de una separación de España, Simona se convirtió en ferviente patriota, muy estimada por toda la ciudad. Su concurrencia a cualquier reunión o tumulto, e incluso corridillo, no pasaba inadvertida, siendo incluso llamada para cualquier servicio.
Todos estos hechos la convirtieron en excelente auxiliar para los revolucionarios; las matronas patriotas le entregaban documentos, que ella fácilmente llevaba a cualquier lugar de la ciudad. Las instrucciones escritas de los patriotas ingresaban fácilmente a cuarteles y oficinas del gobierno realista, documentos debidamente escondidos bajo las presillas de sus polleras.
El 16 de Julio de l809 capitaneó las fuerzas revolucionarias, que bajaban de las alturas hacia la plaza de armas de la ciudad, convirtiéndose en un símbolo popular de la revolución paceña.
José Manuel de Goyeneche, conocedor de las habilidades e incursiones de Manzaneda, decidió apresarla a cualquier precio. Ella continuó con sus trajines subversivos, manteniendo informados a los revolucionarios refugiados en Río Abajo, lugar seguro ante las persecuciones del feroz Goyeneche.
A la llegada de los ejércitos argentinos, después de la derrota de Juan José Castelli en Guaqui, tuvo una actividad febril, comunicando a los revolucionarios paceños lo sucedido, volviendo, ante la derrota del ejército auxiliar, a refugiarse en Río abajo.
En septiembre de 1814, en una sublevación que significó casi la caída de la ciudad en manos patriotas, encabezó la misma levantando a toda la plebe.
Un sanguinario militar realista, Mariano Ricafort llegó a la ciudad de La Paz, con las órdenes expresas de escarmentar de una vez por todas a la revolucionaria ciudad, el 25 de octubre de l816. Buscada por órdenes expresas de Ricafort, a fin de tomar una venganza pública, Simona Manzaneda fue capturada y encerrada en un lóbrego calabozo, siendo objeto de vejaciones, sin respetar su condición de mujer.
Condenada a la pena capital, con una orden emanada del propio Ricafort, se la sentenció de forma ignominiosa -que en sí representaba el odio español a la mujer paceña encarnada en Simona Manzaneda- a pasearla desnuda, montada sobre un asno, a raparle toda la cabellera, y conducirla así por calles de la ciudad de La Paz.
Llevada a plaza mayor, fue azotada en cada esquina, y finalmente amarrada a un poste, siendo ultimada por un piquete de soldados realistas, con un tiro efectuado por la espalda.
Mariano Ricafort fue una especie de maleficio en los cielos de la ciudad de La Paz, su afán de sangre patriota, su falta de misericordia, y sobre todo su implacable odio, era para los paceños un vivir en constante terror y zozobra.
De ahí que la ciudad de La Paz admira y ofrece sus respetos, perpetuando la memoria de las mujeres paceñas que lucharon con ahínco en pro de la independencia de la República.
Un homenaje sincero a aquellas heroicas mujeres paceñas: Vicenta Juariste Eguino, Urzula Goizueta, Simona Manzaneda y Ramona Sinasain.
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