El Papa Francisco, en visita que hizo a nuestro país y en la reunión que sostuvo con presos de la cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, habló con quienes se ven privados de libertad por diversas razones; les mostró caminos para evitar que la desesperación les haga perder valores y, al contrario, les pidió que entiendan que “el dolor no es capaz de apagar las esperanzas”.
Sencillo y comprensivo, consciente del dolor que embarga a los presos, basó sus arengas en frases de los Evangelios y les hizo ver cuánto puede conseguirse con la fe, con el amor y la caridad; dijo que los errores cometidos no deben ser cimiento de más errores y, mucho menos, de pérdida de esperanzas, y que es bien portador de mejores días.
Dirigiéndose a los policías y personas encargadas de la cárcel y, en ellos, a todos los funcionarios que cumplen similares funciones en los recintos carcelarios del país, les pidió paciencia y caridad con las personas puestas bajo su custodia. Les dijo claramente: “Las tareas de ustedes son tareas de levantar y no rebajar, de dignificar y no humillar”; pronunció estas frases seguramente porque él, conocedor de las condiciones que reinan en las cárceles del mundo y del carácter y conductas que tienen los carceleros, considera que la misión de los recintos carcelarios no es la de cancelar derechos de las personas; que es misión para levantar la moral, el espíritu, las condiciones de vida; que nadie, por poder que tenga, tiene derecho de rebajar a su prójimo por más delitos que haya cometido.
Pidió que entiendan que su misión es dignificar y no humillar a las personas. Con estas palabras, trató de hacer sentir que los presos, por haber cometido alguna falta, no han perdido su dignidad ni su condición de seres humanos que merecen amor, fe y confianza.
El Papa, por razones de tiempo, no pudo conocer de cerca las condiciones de la cárcel; no tuvo la información debida sobre el estado en que se encuentran los recintos carcelarios en todas las ciudades del país y, consecuentemente, la vida carente de toda comodidad y consideración que tienen y que, en muchos casos, comparten con sus familiares. No pudo saber ni ver la situación de niños que pasan sus días al lado de reos que han cometido muchos delitos, incluidos asesinatos, violaciones, consumo de drogas y otros que rebajan la condición humana y que dan lugar a la presencia de más casos de abandono y propensión al delito.
Cuando se hace referencia a lo dicho por el Vicario de Cristo, sería interesante que las autoridades tomen nota de todo lo expresado; que se piense que él no querría saber que todo se lo toma para el momento y que, honesta y responsablemente, existe la intención y vocación para reformar los recintos carcelarios y dar el trato de respeto, consideración y caridad a los presos que transcurren su vida sin libertad y sujetos, muchas veces, a incomprensión y abusos entre ellos mismos y por parte de guardias que no tienen noción del verdadero papel que deben cumplir.
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