Una utopía llamada República Federal

El clamor federal del movimiento cívico potosino no fue una apelación accidental a una vieja postura de “capricho” regional, sino una evocación, desde lo profundo del inconsciente social boliviano, a la última utopía republicana.

Potosí ha invocado históricamente el conjuro federal contra la inequidad sistemática de todos los gobiernos del periodo republicano. Su re emergencia durante el conflicto por los proyectos estratégicos regionales, de los que el presidente Morales “se ríe”, obedece a una lógica tan elemental como profunda: a desdén del sostenido discurso de “cambio” del régimen, poco cambió la hermenéutica centralista de ejercicio del poder en Bolivia.

A más de un mejor publicista y un inmejorable momento económico, hay muy pocas cosas que distingan al primer gobierno del “refundado” Estado Plurinacional de los del precedente Estado Neoliberal. La postergación y desatención de Potosí, en plena década del auge de los minerales, así como la actitud de desprecio por la pertinencia de sus demandas como región, son la patética evidencia de lo que sostenemos.

Y siendo la marginación de las regiones geográficamente periféricas al poder el hilo de continuidad que revela al actual gobierno como una prolongación de la lógica centralista encomendara neoliberal, nada más lógico ni coherente que la reposición del proyecto federal por parte de esas regiones productoras de materia prima que sufren carencia en medio de un “superávit fiscal” y una renta por el precio internacional de los minerales que el Gobierno asigna discrecionalmente.

Y lo de Potosí es trascendental porque perfora el principal argumento anti federalista del que se ha aprovechado el régimen Morales para estigmatizar las demandas por descentralización: Que la idea de una República Federal fue, es y será un proyecto separatista, “camba” y anti occidental.

De hecho, el proyecto federal ha tenido un desarrollo más sistemático y simétrico en las regiones del occidente del país. Cochabamba lo enarboló ya en la Asamblea Nacional de 1877 con Lucas Mendoza, y en su reposición tras la “Revolución Federal” paceña de los Willka en 1899, con Nataniel Aguirre.

De ahí que no es gratuita la centralidad y protagonismo de Cochabamba en el conflicto CONALDE-Gobierno Central 2007-2009, ni debe extrañar el liderazgo potosino en este nuevo momento de inflexión federal, a puertas de un nuevo debate que llama a las regiones de occidente a reencontrarse con su vocación descentralizadora-federal y dirigir la resistencia a la imposición pseudo electoral de la “Ley candado” de Estatutos Autonómicos que el Gobierno llevará en breve a la incertidumbre de una consulta administrada por un todavía polémico Tribunal Electoral.

Porque, dicho sea de paso, la lucha descentralizadora, los proyectos autonómicos y la visión de la Republica Federal no han sido los discursos aislados de alguna región contra determinado gobierno en cierto momento de la historia, sino una sistemática y creciente interpelación a un mismo perverso modelo de estado: el presidencialismo centralista.

La demanda federal es un movimiento telúrico con epicentro en lo profundo de la memoria colectiva republicana. Es un horizonte permanente en un imaginario político regional edificado sobre una misma realidad –pobreza- y una misma demanda históricamente insatisfecha: desarrollo.

Su re emergencia en el occidente del país nos mostrará que centenas de dirigentes regionales exiliados, ejecuciones extrajudiciales y confinamientos políticos no fueron suficientes para extinguir la demanda social por la definitiva abolición de un modelo de estado patriarcal, centralizador e ineficiente, del cual Evo Morales ha sido un entusiasta continuador.