Israel Camacho Monje
No ha sido otra cosa la molestia del ministro de Gobierno, Carlos Romero, que el martes 28 de los corrientes, a horas 18.50 p.m., manifestó a los medios de comunicación que “los Ministros de Estado, designados para solucionar el problema potosino, estamos esperando pacientemente ya por espacio de 15 minutos a los representantes del Comité Cívico Potosinista (Comcipo), que ya deberían haber vuelto, del cuarto intermedio solicitado, supuestamente para revisar los puntos ya acordados, y dada la tardanza, no sabemos ahora, con qué puntos más se presentarán”.
Y el ciudadano común se permite aclarar, por un lado, que el problema supuestamente potosino no ha sido ni es potosino, sino gubernamental, y por el otro, que la molestia gubernamental, dizque por la paciente espera de 15 minutos, que muy bien podían haber sido de 30, 45 o 60 minutos, no es nada en comparación a la desesperante y tolerante espera de los hermanos potosinos, por 5 años, o 1.825 días, es decir 43.800 horas.
Y el ciudadano común considera que la promesa gubernamental realizada en víspera de las elecciones generales del año 2010 -esto es, de llevar adelante la construcción del aeropuerto internacional, la fábrica de cemento, la Planta de Karachipampa, la Planta del Litio, Hospital de 3er. Nivel, preservación del Cerro Rico, y muchas otras obras públicas más-, refrendada oficialmente por los ministros de Estado y representantes de Comcipo, fue sólo un engaño político demagógico, ya que después de 5 años, dicho acuerdo ha sido refrendado varias veces.
Por todo lo anterior, los representantes de Comcipo y de las organizaciones vivas de Potosí se vieron obligados a hacer una larga caminata desde Potosí a la ciudad de la Paz, sede del Gobierno y capital administrativa de Bolivia, para tratar de ser recibidos en audiencia por el presidente Evo Morales Aima, y saber por qué no se ha hecho efectiva la promesa hecha pública en 2010. Tal audiencia, como es de conocimiento general, fue negada de plano, es más, en tono molesto el primer mandatario declaró públicamente “que la construcción del aeropuerto internacional y la fábrica de cemento son INVIABLES”, y que su gobierno “no puede malgastar los fondos del Estado”.
Por último, el ciudadano común boliviano considera que toda promesa es deuda y toda deuda se paga, y en el presente caso, el presidente Morales, una vez informado por sus asesores y ministros de Estado de que las obras estrellas que había ofrecido eran “inviables”, estaba obligado a trasladarse hasta la ciudad de Potosí. De ninguna manera debía esperar a que sean los de Comcipo quienes lleguen a la sede de gobierno y, para el colmo, tratarlos con indiferencia y aún peor, que sus marchas de protesta hayan sido reprimidas por fuerzas policiales, como en tiempos del neoliberalismo. ¿Qué lástima, verdad?
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