Escribir sobre la patria es labor difícil porque nada merece tanto como ella que es patria bella, grande y sublime; patria que ha sufrido cercenación de su territorio y mucha mengua de valores por la acción de muchos de sus gobernantes y del mismo pueblo que nunca la valoraron en su grandeza y en su profundidad. Patria bendecida por Dios y enclavada en la naturaleza como medio de riqueza, bienestar, desarrollo y progreso de un pueblo que, por generaciones, mereció mucho y recibió poco; un pueblo que no puede vencer altos índices de pobreza y subdesarrollo, pero que sabe conciencialmente que con fe y esperanzas puede llegar a la cima recorriendo los caminos del desarrollo y progreso sólo con coraje, educación, voluntad, conciencia de país y vocación de servicio.
Difícil es encarar lo que es el país como nación libre e independiente; casi imposible mostrar sus diversas facetas que ennoblecen su pasado, su presente y su futuro como pueblo que busca que su libertad sea cierta, efectiva , permanente, sostenible y respetada porque muchas veces está supeditada a factores extraños a sus propios valores, sujeta a voluntades ajenas al sentido de país, contrarias a conciencias que delimiten eficientemente los conceptos de libertad que no sea libertinaje, democracia que no se confunda con anarquía, decencia que no sea inmoralidad y descaro con los bienes del Estado. Hay factores que hacen y determinan la vida de la patria por caminos no siempre llanos porque los mayores recorridos están preñados de escollos, espinas mostradas en la incompetencia, la dejadez, el libertinaje, la anarquía, la corrupción, el contrabando y el mayor y letal mal como es el narcotráfico que se encarga de segar muchas vidas del país y del mundo.
Ante estas situaciones, lo que cabe es traer a colación algo, muy poco, de lo mucho que dijo y practicó el Libertador Simón Bolívar antes, al crear esta patria y posteriormente él, el 25 de mayo de 1826, dijo: “¿Qué es Bolivia?, un amor desenfrenado de libertad…”. Luego, el 9 de agosto de 1928, “Bolivia se ha portado muy bien defendiendo su independencia y sus leyes”. El 12 de diciembre de 1825, expresó: “Esta República Boliviana tiene para mí un encanto particular: primero su nombre, y después todas sus ventajas sin un solo escollo; parece mandada hacer a mano. Cuanto más medito sobre la suerte de este país tanto más me parece una pequeña maravilla”.
Cuántas verdades previsoras daba Bolívar a sus palabras, cuánto amor demostró a la última de las naciones que dio libertad; cuántas esperanzas cifraba en Bolivia en relación con su futuro y, además, cuánta certeza tenía sobre lo maravillosa que es esta tierra, pero que no pudo cumplir con esas previsiones porque tanto muchos gobernantes como gobernados, por generaciones, desoyeron esas palabras, hicieron caso omiso de lo que había que hacer; intereses mezquinos carcomieron sus cimientos, y políticas equivocadas, ajenas a los intereses comunes del país, dislocaron todas sus esperanzas.
Consciente de lo que es el alma humana, el Libertador dijo el 30 de abril de 1927: “La libertad se halla, de ordinario, enferma de anarquía”. Efectivamente, muchas veces este mal ha destruido los anhelos más caros, las virtudes más excelsas, los proyectos más constructivos, las intenciones más patriotas y las esperanzas mejor abrigadas tan sólo por desidia, nomeimportismo, dejadez, carencia de conciencia de país, ausencia de liderazgos que, casi siempre, han sido reemplazados por caudillismos interesados en el dominio de partidos políticos o de doctrinas que nada tenían que ver con el bien de los bolivianos.
Muchas veces, la inestabilidad política ha dado lugar a la presencia de gobiernos de facto o dictaduras que en muchos casos lastimaron al país, lo postergaron y desoyeron lo sano y constructivo que había que hacer. Al respecto, Bolívar, en relación con todos los países libertados por él, dijo el 26 de mayo de 1820: “La educación forma al hombre moral”. “La inestabilidad política, todo principio político corrompe y termina por destruirlo”. Así, muchos procesos políticos han desaparecido, sea por corrupción, por ausencia de principios, por dedicación exclusiva a intereses partidarios o simplemente por abusos de poder que desoyeron los principios de moral, honradez y responsabilidad.
“Mis dolores existen en los días futuros”, dijo, como premonición de lo que se pasó en Bolivia y otros países, porque él veía, con claridad meridiana, ausencia de valores morales que nacen de las virtudes; carencia de conciencia, intereses mezquinos que destruyeron valores. Esos dolores aún existen y los sufre una mayoría del país a cambio de bienestar de muy pocos. Bolívar, como visionario, dijo: “Los hombres públicos valen cuanto es la opinión que se tiene de ellos” y añadió: “La mejor política es la honradez”. También, el 25 de mayo de 1825, dijo: “Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del poder público”. Siempre preocupado por el accionar de los gobiernos, dijo: “Nada es peor en política que dejar de cumplir lo que se ha prometido”. ¿A cuántos, políticos o no, en Bolivia y en otros lugares, les cae todo esto? ¿Les hará alguna mella? Tal vez, sino tienen dormidos sus valores, les caiga bien y rectifiquen conductas.
Es innegable que las malas políticas, como malas artes, han sido práctica y modo de vida de muchos gobernantes en el país; pero, hay que reconocer que también los gobernados en muchas generaciones, pecaron de los descuidos y dejadeces que determinan la falta de amor a la patria, condiciones de vida que se recuerda sólo en el día que, como este 6 de agosto, 190 aniversario de la patria, se promete practicar en aras de un futuro que no debe ser anárquico ni ajeno al corazón y la conciencia de todos porque de ellos depende el hoy, el mañana y el futuro de muchas generaciones que esperan acciones constructivas, dignas y con amor de todos hacia la patria comun que es Bolivia.
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