Aunque sólo sea por una vez, a los rusos no les ha gustado una decisión del presidente, Vladímir Putin. Se trata de la destrucción masiva del queso, los tomates o la carne, afectada por el embargo ruso a los alimentos occidentales.
Para sorpresa del Kremlin, popes ortodoxos y religiosos judíos, diputados de derecha e izquierda, empresarios y ecologistas se mostraron indignados con un decreto presidencial promulgado cuando los niveles de pobreza se han disparado debido a la recesión económica hasta el 16% de la población, 16 millones de personas.
Cerca de 300.000 personas ya han firmado una petición en la plataforma Change.org en la que se dirigen a Putin para que retire de inmediato el decreto y, en vez de quemar esos alimentos, los distribuya entre los más necesitados.
“¿Por qué se está destruyendo esa comida cuando se podría dar a las personas con escasos recursos, a los pensionistas, a los veteranos o las víctimas de desastres naturales?", aseguró Olga Savelieva, autora de la petición popular.
En cambio, el Kremlin restó credibilidad a la petición, mientras el Gobierno insistió en que la medida será un buen aliciente para los agricultores rusos, a los que perjudica mucho el contrabando de alimentos occidentales.
El objetivo de la medida es desalentar el contrabando occidental a través de países como Bielorrusia, de donde llegan productos como ostras o mejillones, cuando esa antigua república soviética ni siquiera tiene mar. ABC.es
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