¿Sacrificado o verdugo?
La naturaleza tiene todo preparado en cada ejemplar para ayudarle a vivir en su hábitat
Nuestras pupilas redondas no son una solución única: los gatos tienen ranuras verticales, y las ovejas ranuras horizontales. Estudiando las pupilas de más de 200 especies animales, científicos de California y Dirham han descubierto por qué. Los predadores tienen ranuras verticales para medir mejor la distancia; las presas tienen ranuras horizontales para ganar campo de visión; y los humanos tenemos los ojos demasiado lejos del suelo, por lo que no nos podemos beneficiar de nada de lo anterior: de ahí nuestras insípidas e impertinentes pupilas redondas, que tal vez indiquen que un humano puede ser víctima y verdugo a la vez.
El científico de la visión Martin Banks, de la Universidad de California en Berkeley, y sus colegas estadounidenses y británicos, han analizado a 214 especies de animales terrestres para alcanzar sus conclusiones, que presentan en Science Advances. Han comparado la forma de las pupilas con el estilo de vida de cada especie y han concluido que el nicho ecológico de una especie “si come o se deja comer, hablando mal y pronto” es el rasgo que mejor predice el aspecto de sus ojos.
Banks explica: “Para las especies que están activas tanto de día como de noche, como los gatos domésticos, las pupilas en forma de ranura aportan la gama dinámica necesaria para que puedan ver en la penumbra y, pese a ello, no quedarse cegados por el sol de mediodía”. Las pupilas en ranura de los gatos y los gecos (un pequeño reptil acuático) funcionan en un amplísimo espectro de tamaño que puede variar hasta 300 veces la superficie expuesta a los fotones. Las nuestras no pasan de 15 veces.
Pero eso no basta para explicar por qué, dentro de las pupilas en ranura, algunas son verticales (como las de los gatos) y otras horizontales (como las de las ovejas). Más aún: “¿Por qué nunca vemos ranuras diagonales?”, pregunta Banks. “Nuestro estudio es el primero que intenta explicar por qué importa la orientación”.
Los modelos computacionales de los investigadores apuntan a una respuesta. Revelan que las pupilas horizontales expanden el campo visual. Esta es una cualidad muy servicial para los herbívoros que no tienen más remedio que alimentarse con un ojo puesto en la frontera de los pastos, donde toda una gama de predadores acecha para convertirlos en su desayuno. Como ventaja adicional, una pupila en ranura horizontal reduce la molestia del deslumbramiento por el sol que suele estar ahí arriba a la hora de comer.
Para los predadores, el problema se invierte. O más bien gira 90 grados. Para obtener su energía vital, estos pobres animales necesitan medir con cierta precisión la distancia que les separa de su almuerzo. Eso les permite estimar cuánto van a tener que correr, cuál es la probabilidad de éxito de esa carrera, y por tanto si va a merecer la pena todo ese despilfarro y esfuerzo en comparación con el contenido proteico del objetivo. Y el caso es que, para estimar esa distancia, lo ideal es disponer de unas pupilas en ranura vertical.
La presa tiene que tener buena vista para evitar ser cazada y convertirse en bocado de otra espacie que está al asecho, vigilando de lejos y calculando el momento más adecuado para atacar, en cambio el hambriento ejemplar que busca saciar su apetito de ese día, también posee buena vista para preparar el zarpazo bien medido desde la distancia.
Así es la vida en la jungla, amigos, donde uno se la juega por el ángulo de una mirada. EL PAÍS
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