María José Atiénzar
Desde hace unos años emerge una forma de viajar diferente, un turismo responsable que incluye el compromiso con el Sur y con el medioambiente. Campos de trabajo, brigadas internacionales, intercambios culturales, cooperación en terreno, turismo responsable. Todas estas opciones permiten realizar unas vacaciones distintas, divertidas y, además, comprometidas. Muchas ONG realizan programas que permiten conocer sus proyectos, colaborar en alguna de sus iniciativas o visitar a sus contrapartes en el Sur. Se conoce así de primera mano una realidad provocada por el sistema de globalización actual y por unas desiguales relaciones internacionales de interdependencia. Se trata de viajar a otra realidad, generar conocimiento mutuo entre personas, realidades y pueblos en un encuentro horizontal que ‘afecte’ a ambas partes.
Jóvenes universitarios, profesionales comprometidos y gentes que buscan dar un nuevo sentido a sus inquietudes humanas abordan estas experiencias con una mirada diferente. Poco equipaje en la maleta, salvo ropas o medicamentos para entregar en la comunidad de acogida, y desprovistos de ideas preconcebidas van a conocer y compartir, escuchar y aprender con los otros. Hace décadas se decía “ir a ayudar”; ahora quien llega sabe el privilegio que supone conocer la realidad sobre el terreno. Hacer lazos y trazar puentes. Algunos apoyarán proyectos educativos reforzando los programas de escuelas campesinas, otros con sus conocimientos especializados van a hospitales o a proyectos de desarrollo donde se mejora la calidad de vida de una comunidad.
Lejos de la idea del turismo tradicional, de guías y compras, de diversión y evasión, no excluye el conocer el país, sus costumbres, su riqueza cultural, sus formas de ver la comida y las celebraciones. La actitud es distinta. No es ver desde fuera como el que va a un museo, sino desde dentro, acompañados por quienes viven allá y son ellos mismos quienes van desgranando su propia realidad, integrando la belleza con los desafíos del porvenir incierto.
Y al regreso, contar lo que vieron ayuda a transformar el mundo. Necesitamos cambiar de piel y de sensibilidad al contrastar que la pobreza existe, que la solidaridad sigue siendo imprescindible. Se vuelve al lugar de origen con otra perspectiva acerca del consumo, de los modos de vida y de las prioridades. Algunos vuelven con un enfoque diferente sobre su futuro profesional.
En el turismo tradicional, por otro lado, el movimiento de viajeros no deja de caer por la crisis, según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT). Casi todas las regiones del mundo atraviesan el mismo problema, y los gobiernos se preocupan, ya que el turismo es muy importante para el empleo y el desarrollo.
Como sector productivo, puede aportar grandes beneficios económicos, pero el turismo en masa también ha traído graves consecuencias para el medioambiente…
Un turismo responsable auténtico tiene que ver con el respeto a las personas, a la naturaleza y la valoración de las culturas locales. Sin prejuicios ni complejos. Es una oportunidad para vivir, entender y compartir las necesidades e inquietudes que afrontan cada día los hombres y mujeres de los países del Sur. Esa relación directa aporta una nueva forma de ver el mundo, y otra manera de plantear el presente y el futuro. Tras una experiencia de ese tipo, suele darse un cambio de estilo de vida, donde tienen razón de ser la solidaridad y la construcción de una ciudadanía global. Apostamos por esa forma de conocer y conocernos.
La autora es periodista
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