Gustavo E. Etkin
Andrés era físico porque siempre, desde chico, fue muy curioso.
Quería siempre saber de qué y cómo estaban compuestas las cosas. Los objetos más mínimos. Y también los líquidos. Sus compuestos químicos. Líquidos y sólidos que obviamente estaban compuestos por algo.
Ese algo eran átomos. Lo más pequeño que constituían todos los objetos, todas las cosas.
Átomos que estaban en las mesas, las sillas, los cuerpos, la sangre, las nubes, las piedras, el agua.
Así fue que inventó y construyó un mi-croscopio telescópico. Aparato con el cual se introducía en los átomos que constituían cualquier objeto.
Fue así que descubrió que esos átomos eran universos donde había planetas, y posiblemente vida inteligente. Y si eran así, amores, odios, guerras, pasiones.
Tuvo que admitir entonces que el espacio que rodea al planeta Tierra, los astros, satélites, soles y otros planetas, eran partes de un átomo.
Pero ahí le vinieron preguntas a las que no podía responder: ¿ese átomo, del que el planeta Tierra forma parte, a qué objeto pertenece?. ¿De qué cosa es? ¿Dónde está?
Otros misterios.
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