Desde siempre, en la historia del país, sabemos que Bolivia es una nación minera por excelencia, porque sus montañas, valles y áreas tropicales contienen minerales de toda clase. La minería ha sido emporio de riqueza para muchas personas porque, con su riqueza, se han formado grandes consorcios que han dado fortunas y bien podría decirse que la minería lo dio todo y nada recibió.
Efectivamente, la minería ha sido el sostén de la economía de muchas empresas y del mismo Tesoro General de la Nación y fue y es actualmente, mediante Comibol, centro que proporciona trabajo a miles de personas, alquila minas a trabajadores mineros y cooperativas, explota muchos minerales, aunque sin mayor planificación, con altos costos y casi siempre sufriendo las consecuencias de pérdidas casi crónicas desde el 31 de octubre de 1952, cuando pasaron de tres grandes empresarios mineros a la administración de los gobiernos.
Los precios de los minerales, conjuntamente del petróleo, el gas y materias primas, han sido altos en los últimos ocho años hasta diciembre pasado; hubo momentos en que los minerales “se subieron a las nubes en su valor en mercados internacionales”; pero nada se hizo cuando se debió aprovechar para producir más y, atenidos a que “contábamos con dinero inclusive para las reservas” no hubo preocupación alguna por mejorar la producción, vender más y lograr mayores ingresos.
Hoy se sufre las consecuencias de descuidos congénitos, debido, nada más y nada menos, que a la falta de planificación, de estudios serios y profundos sobre lo que significa la minería para este país. Sigue la explotación -salvo excepciones notables con empresas que tienen criterio y conciencia de futuro de la minería- rudimentaria: socavones por uno y otro sitio, pero sin tecnología moderna, sujeta a los barrenos y la dinamita; se logra mucha “barrilla” que luego hay que sacar de ella algún mineral que tenga ley por baja que sea. La infraestructura para los trabajadores sigue la misma de siempre, las pulperías no siempre están debidamente provistas, los sueldos y salarios del minero -excepto sector de cooperativistas- siguen siendo bajos sino miserables; las condiciones de vida de los mineros y sus familiares es deplorable, en fin, el drama de la minería es tal que es difícil cuantificarlo y calificarlo debidamente.
¿Cuándo se sabe de labores de prospección, exploración y explotación de nuevos cuadros? Hasta ahora, que se sepa, siguen los mismos socavones y la misma explotación de campos mineralógicos que han dejado las grandes empresas. ¿Qué han hecho los gobiernos desde el año 1952? Nada y se han conformado con las políticas malsanas “del hacer y dejar pasar” que tanto daño han causado al país. Es tiempo, pues, de que se planifique el futuro de la minería y se lo haga técnica, honesta y responsablemente; de otro modo, la tragedia continuará y serán otros países los que se beneficien con la riqueza de minerales que sí saben explotar.
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