Si bien mis análisis sobre el extractivismo y el carácter primario exportador de la economía boliviana datan de hace por lo menos cuatro años, ahora es cuando adquieren mayor relevancia. Esto se debe a que muchos de mis pronósticos al respecto se cumplieron. Invito entonces a mis lectores a releer (porque estoy casi seguro de que ya las leyeron) mis dos principales contribuciones sobre este importante tema: 1) El carácter extractivista y primario exportador de Bolivia (febrero, 2011); y 2) Extractivismo y desindustrialización en Bolivia (enero, 2013).
Está claro que a la sombra del extractivismo y el carácter primario exportador de su economía Bolivia no podrá desarrollarse. En este sentido, veo con preocupación que hasta ahora al Gobierno no le haya interesado otra cosa. Dos recientes muestras de esto son la Cumbre Agropecuaria en Santa Cruz que decidió extender la frontera agrícola (deforestación masiva de por medio) para producir más soya y otros bienes agrícolas (posiblemente transgénicos) para la exportación y el anuncio de invertir 27.000 millones de dólares en proyectos de generación de energía eléctrica, una buena parte de ella también para la venta en el extranjero.
Dada la testarudez gubernamental, no dudo de que ambos proyectos -que encajan perfectamente en la ampliación del modelo extractivista primario exportador en Bolivia- finalmente se pondrán en marcha, pero es necesario advertir que esto sucederá con un irreparable daño ambiental (dejando entre otras cosas a la “Madre Tierra” en la vía) y -lo que es peor- sin contribuir eficazmente a un verdadero despegue económico en el país. Me pregunto si no hubiera sido más sensato convocar a una cumbre para discutir caminos de superación de ese modelo a tiempo de establecer una genuina senda hacia el desarrollo boliviano de cara a los siguientes 20 o 30 años, más allá de los clichés y propaganda del Gobierno.
Si Tarija y Potosí, los dos departamentos hasta hace poco puntales de nuestra economía, empiezan ahora a debatirse en una profunda crisis, derivada en gran medida de la caída de los precios internacionales de nuestras primordiales materias primas, poniendo en riesgo el avance económico del resto del país, ¿no parece razonable que el Gobierno, en agradecimiento a todo lo que estas regiones contribuyeron para su ascenso político en los últimos años, presentara al menos las líneas maestras de un plan estratégico de desarrollo nacional con la diversificación económica en tales regiones y otras como punta de lanza?
El autor es economista.
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