El Alto Perú, hoy Bolivia, surgió a la vida republicana e independiente con una población superior a la que tenían entonces países vecinos como Argentina y Chile, según se lee en el histórico documento del Acta de Independencia, que data de fecha 6 de agosto de 1825 (Hilarión Acosta R., “La evolución de Bolivia - Documentos fundamentales”, Sucre, 2004, página 64).
Y con una extensión territorial de 2.364.018 Km2, que incluía nuestro Litoral. Actualmente posee 1.098.581 Km2. Los bolivianos de hoy y de ayer, víctimas del encierro geográfico ocasionado por la salvaje invasión chilena de 1879, tan lesiva para los supremos intereses nacionales, se han formado con la mentalidad de recuperar el bien perdido, en consonancia con los dictados políticos de la buena vecindad. Es decir cultivando paz, amistad e integración, elementos que revigorizan la unidad latinoamericana. Este propósito impulsa la demanda marítima en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
En este marco, uno de los fines de la Reforma Educacional de 1955 fue “vigorizar el sentimiento de bolivianidad (en la niñez y juventud estudiosa), combatiendo los regionalismos no constructivos y exaltando los valores tradicionales históricos y culturales de la Nación boliviana” (“Decreto – Ley de la Reforma Educacional”, Subsecretaria de Prensa, Informaciones y Cultura, 1955, pág. 10).
E inclusive la “Fundación Universitaria Patiño”, en el Artículo 3º de su Estatuto orgánico, advierte “que el futuro de Bolivia, su estabilidad institucional, la reintegración de su soberanía marítima y su prosperidad, descansan virtualmente en la capacidad cívica de sus dirigentes y conductores. Persigue por ello el progreso moral y mental de las nuevas generaciones de universitarios…” (“Primera memoria presentada por el trustee de la Fundación Universitaria Patiño”, 1931, pág. 1 y 2).
Tanto la Reforma Educacional como la Fundación Universitaria Patiño han tratado de reavivar el sentimiento patriótico, con diferentes, pero coincidentes señales. Lo hicieron con apego a la Patria y a quienes se educaban en las aulas escolares y en las superiores casas de estudio. El afán fue preparar cívicamente a los futuros responsables en la conducción de la nave del Estado, con el objeto de recobrar el Derecho boliviano en el Pacífico.
Las permanentes negativas, de parte del vecino, en el tema marítimo, marcaron un retroceso en las perspectivas del entendimiento bilateral. Tal actitud ha empañado los horizontes de diálogo, amistad e integración. En pocas ocasiones, por lo visto, se ha asomado el espíritu de la distensión, con fines de fructificar las señales de paz en la región.
Ahí están Sebastián Piñera y Alfredo Moreno con sus dislates respecto al tema marítimo, Michelle Bachelet y Heraldo Muñoz que pretenden perpetuar, por los siglos de los siglos, la ocupación del Litoral boliviano, aduciendo el cumplimiento del Tratado de 1904.
Chile, según se deduce de las palabras del canciller chileno Muñoz, el implacable adversario de la reivindicación marítima boliviana, no acepta, ni remotamente, la presencia del Papa Francisco en el centenario diferendo, sino que prefiere el pleito o la contienda judicial. Ello nos hace suponer que el vecino tiene algo atado a su favor en La Haya.
Bolivia tiene que estar preparada para contrarrestar cualquier maquinación en la justicia internacional. Debe tomar los recaudos del caso. Y no es el momento de manifestar triunfalismos sino de asumir actitudes de reflexión.
En suma: solamente la verdad, la unidad y la serenidad nos permitirán doblegar a la adversidad.
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