Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
El aforismo lo dijo Domingo Faustino Sarmiento, político, pedagogo y escritor argentino. El título de esta nota también hace referencia a una declaración del vicepresidente Álvaro García Linera, quien en confesión pública sostuvo que “leyó” la fabulosa suma de 25.000 libros, los cuales seguramente no entendió bien, o se le pasó de “visu” el valor de la libertad, la esencia y el fundamento de escribir, publicar, caminar ejerciendo nuestros sagrados derechos conquistados en siglos de lucha, coagulada con sangre que embadurnó el rostro de los dictadores y sepultó para siempre su soberbia y arrogancia.
Los dineros del Estado son la contribución de las riquezas nacionales, gastadas discrecionalmente, y de los contribuyentes que somos el verdadero pueblo. No es, señores, dinero de los gobernantes, de sus bolsillos, ya que antes de llegar al poder eran tan pobres, como los verdaderos escritores y periodistas honestos y honrados.
Sostener, en conferencia de prensa, que “no se les da a los mentirosos para propaganda, anuncios y publicaciones solicitadas”, en particular a las empresas periodísticas radiales y televisivas, constituye un absoluto, que “deja” con la razón, la verdad, a la Ministra de Comunicación, al Vicepresidente, que en suma es el Gobierno. Para el régimen y sus representantes, “poseedores” de la verdad, evidencia y pensamientos, no existe el relativismo en pleno Siglo XXI. Por lo tanto, “ellos son la verdad y la vida”, parafraseando el santo Evangelio. Y los periodistas -algunos- son mentirosos, tramposos, inventores que deben morir de hambre o someterse a lo que diga el Gobierno; en otras palabras, son obsecuentes, serviles y testaferros de un régimen al que la luz del entendimiento se le ofusca -así hayan leído cien mil libros, lo que materialmente es imposible- preparándose para una dictadura de facto.
La libertad, señores, está aparejada íntimamente a la verdad, a la autenticidad no sólo de la noticia, sino de los colaboradores, columnistas, editorialistas e incluso los reporteros de a pie, camarógrafos que exponen sus vidas en su sagrada vocación. Los periodistas muertos parecen ser sólo fantasmas inútiles que sirvieron en su momento para que publiquen las hazañas de los terroristas presos de ayer, ascendiendo al poder, luego de expresar que “prescribieron sus delitos”. De la misma manera, las empresas periodísticas que fundaron los emblemas de la libertad, con ¡periodistas de fuste!
El pitazo final: la verdad, señores del Gobierno, es que la labor periodística les hace bien a ustedes, al pueblo, porque los libera del rumor callejero, del chisme provinciano, de la impostura pública, y crea la resistencia ante el embuste que desgasta y produce que la espuma del poder se diluya en el tiempo.
Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.
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