[Manfredo Kempff]

El método de confrontar


No recuerdo, durante mis muchos años de observador y de modesto actor político, a dignatarios más provocadores que S.E. y el Vicepresidente. Citar las pendencias públicas de S.E. sería interminable; retos y desafíos por cualquier motivo -y sin motivo- que han ido contra algunos de sus partidarios que tuvo la desdicha de olvidarse de quién era el jefe. Eso, pasando por mandatarios de naciones amigas o no -todas mucho más poderosas que Bolivia-, a quienes criticó porque no eran antiimperialistas, porque eran neoliberales, monárquicos, o hasta porque estaban subidos de peso.

Debemos reconocer que esta es la Bolivia actual: misteriosa e impredecible para el mundo. S.E. ha repetido en más de una oportunidad, no sin cierto orgullo, sobre la idea que ahora se tiene de los bolivianos: somos como una especie de talibanes andinos. Talibanes sólo en un sentido del término, es decir que el movimiento indígena creado en el occidente boliviano tiene mucho de fundamentalista (raza, idioma, costumbres, creencias) y de insurgente. Menos mal que no somos guerreros como los talibanes, sino revoltosos, que es distinto. Y a Dios gracias que nuestro antiimperialismo es de palabra y no de bala. En la buena estuviéramos combatiendo en nuestras serranías tan secretas y profundas como las de Afganistán. Somos un país exótico más que peligroso. Somos de interés turístico por la novedad de nuestra Revolución, más que de avidez morbosa de corresponsales de guerra dispuestos a perder la vida por un tiro o la explosión de una mina.

Pero nadie le gana a este Gobierno en cuestión de provocaciones y de discursos. Haciendo alusión a teoría de la “revolución permanente” elaborada por Trotski, podemos afirmar que en el Estado Plurinacional de Bolivia se ha impuesto la “provocación permanente”, como método para que S.E. se mantenga en los primeros planos mediáticos y que, de esa manera, lidere todo cuanto el Gobierno realice, pero, por supuesto, que sea el paladín en la defensa de sus actos, no siempre acertados y muchas veces guiados por la ideologización antes que por el provecho práctico. S.E. necesita un enemigo al frente o tiene que crearlo.

El general René Barrientos lució mucho la fanfarronería oratoria durante su vida política. Como ahora hace S.E., el presidente-aviador gustaba de masivas concentraciones campesinas, para de ese modo expresar libremente todo lo que sentía, con vocabulario popular, sin remilgos. Fustigaba a sus adversarios aclamado por muchedumbres ignaras, como hoy. Les hablaba en quechua (lo que no domina S.E.) y bebía chicha al son de pinquillos, con mixtura, picantes y entre polleras. Pero era un hombre simpático y generoso que sabía tratar a sus adversarios amansándolos o ajustándoles las clavijas cuando se ponían muy chúcaros. Era un peleador más que un provocador. Le faltaron los recursos del Estado para contar con televisión, aviones, helicópteros, y millones de millones para repartir. Él sacaba billetes del bolsillo para darle a algún campesino y era suficiente despilfarro.

Hoy S.E. dice cualquier cosa y su mensaje vuela a todas partes. Tiene la televisión estatal que no solamente lo sigue por donde va y reproduce sus discursos, sino que hasta pone en pantalla los partidos de fútbol que juega y que son de una pesadez insoportable. Pero desde Chimoré, Achacachi o Cotoca, S.E. tiene micrófono y tele para provocar a sus adversarios. Puede ser un día Obama y al día siguiente Goni o algún traidor al MAS. O puede denigrar a cualquier periodista. No enfrenta a sus iguales y arremete contra quien sea. Últimamente le ha tocado el turno al Cónsul General de Chile, con acusaciones absurdas, temerarias, infundadas, que, en todo caso, debió tratarlas el canciller.

En la misma onda que S.E. se ha puesto el Vicepresidente. No cabe duda que es el estalinismo puro y duro. Buscar enemigos del proceso hasta debajo de las piedras es la consigna. El Vice se ha lanzado, en pocos días, consecutivamente, contra Paz Zamora, Roger Cortés, Miguel Urioste, ¡Donald Trump!, y ya no recordamos quiénes más. S.E. y el Vice han decidido pulverizar a las otrora veneradas ONGs y en dúo las están arrinconando preparando el terreno para echarlas del país. Las ofensas que ambos dignatarios han lanzado contra EEUU han sido terribles durante la última década. Eso producía réditos políticos en Bolivia y entre los autócratas díscolos afines al ALBA. Ahora S.E. recibe al Encargado de Negocios norteamericano y anuncia, con amplia sonrisa, como si nada hubiera sucedido, una pronta normalización de las relaciones. Por lo menos eso no está mal.

Todo parece tan sencillo en estas épocas del Pachacutec, todo tan normal en la nueva Bolivia racial e idiomática, que, para horror, da la impresión que la gente está acostumbrándose. Oír hablar de la reelección ya no produce escalofríos. Escuchar sobre los miles de millones de dólares derrochados se tolera. Sigue adelante la revolución del dispendio, los discursos y las amenazas.

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