Salvan vidas en campos minados
Siem Reap (Camboya).- Incansables, eficientes, ligeras y decididas, quince ratas gigantes africanas comienzan con la primera luz del día su entrenamiento para detectar explosivos en la provincia de Siem Reap, en Camboya, que sigue plagada de minas.
Beatrice, la rata favorita de la adiestradora Sophea Mau, avanza entre la hierba que crece abundante en época de los monzones hasta que detecta la dinamita escondida bajo tierra, se detiene y marca su hallazgo escarbando en el lugar exacto.
“Es mi favorita porque es muy sensible y activa”, asegura orgullosa Sophea Mau.
La ONG belga Apopo envió en junio desde Tanzania, donde son utilizadas para detectar la tuberculosis, a quince ejemplares de esta rata de Gambia, que ya ha sido utilizada por la organización en otros países asolados por conflictos armados como Mozambique o Angola.
Ocho machos y siete hembras recorren metro a metro parcelas sembradas de material explosivo y señuelos mientras son guiadas por dos entrenadores, que premian cada vida salvada con un trozo de plátano.
Los animales llegan a medir casi un metro y a pesar algo menos de un kilo y medio, pero lo que los diferencia de otras especies es la mayor inteligencia y su desarrollado sentido del olfato.
El coordinador del programa, Bunthourn Theap, asegura que los roedores pueden terminar un terreno de 200 metros cuadrados en menos de 20 minutos, “algo que le llevaría días a un ser humano” y “pesan tan poco que no activan las minas”.
Bunthourn Theap añade que las pequeñas compañeras de trabajo también aventajan a los perros, ya que se pueden transportar a mano y es fácil que se adapten a otro adiestrador al no desarrollar vínculos afectivos tan profundos.
“Los perros son mucho más caros, comen más y cuesta más mantenerlos. Las ratas con 5 dólares al mes tienen suficiente”, exclama divertido el coordinador de Apopo.
Camboya, que sufrió el régimen del Jemer Rojo y más de dos décadas de guerra civil, es uno de los países más afectados por las minas, a las que se suman miles de explosivos sin detonar que dejaron los bombardeos de Estados Unidos durante la guerra en Vietnam.
Cerca de 20.000 camboyanos han perdido la vida desde 1979, año en el que cayó el Jemer Rojo, y casi 45.000 más han sufrido lesiones, de las cuales unas 9.000 son amputaciones, según datos del Gobierno.
Aunque el número de accidentes ha descendido drásticamente de varios miles al año en la década de 1990 a cientos en los últimos años, las estimaciones oficiales indican que todavía quedan entre 4 y 6 millones de estos restos bélicos en el país asiático.
“La situación de las minas en Camboya se ha reducido desde 1979, pero todavía pasa casi todos los meses”, se lamenta Bunthourn Theap que cita varios ejemplos en el noroeste del país, la zona más afectada y donde se hizo fuerte el Jemer Rojo tras perder el poder.
En una tierra asolada por la guerra, las ratas son especialmente efectivas en zonas con muchos fragmentos ya que sólo se centran en el explosivo y no en el metal como las máquinas, afirma Meas Chamreun, uno de los entrenadores.
El Centro de Acción contra las Minas de Camboya, que supervisa el proyecto, determinará si es posible utilizar sobre el terreno a los animales después de los seis meses de formación previstos.
Los empleados camboyanos que trabajan día a día con las ratas muestran un aprecio que va más allá de su trabajo.
Mientras devuelven a los roedores a sus jaulas, donde una ficha detalla el nombre de cada uno así como el de sus padres, Sophea Mau descarta cualquier aversión a los animales. (EFE)
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