Punto aparte
En circunstancias en que el Gobierno no desestima la posibilidad de recurrir a un mayor endeudamiento externo, debido a los menores ingresos que se está percibiendo por las exportaciones, a causa de la crisis internacional, conviene reflexionar sobre las necesidades perentorias que plantea la situación.
Entre ellas, lo aconsejable es la austeridad en el gasto fiscal y no endeudar más al país. A pesar de que todos los días los medios de comunicación refieren que la caída de los precios de las materias primas que exporta Bolivia es persistente y que no tiene perspectivas de estabilizarse, por lo menos en el corto y mediano plazo, en las últimas semanas pudo observarse que ciertos gastos fiscales podían ser evitados.
Uno de ellos fue realizar la apertura del año legislativo en Trinidad, lo que implicó el traslado de más de un centenar de parlamentarios a esa ciudad, del personal de apoyo que se requiere para esos efectos. Adicionalmente, la movilización de funcionarios administrativos, en atención al viaje del Presidente.
Al día siguiente, se realizó la parada militar en Sucre, lo que implica transportar efectivos militares en cantidades elevadas, equipos y armamentos y varios otros requisitos para organizar y realizar una ceremonia de tanta magnitud.
Resulta comprensible y hasta loable que estos actos oficiales se realicen también en otras capitales de Departamento, pues lo tienen bien merecido. Empero, cuando los ingresos fiscales se reducen de forma tan pronunciada, como está sucediendo en la actualidad, lo apropiado es limitarse a usar la sede del Gobierno para esas ceremonias.
Cuando existe disponibilidad financiera, como aconteció en años anteriores, entonces es posible efectuar gastos mayores. Empero, cuando éstos se reducen, no queda otra cosa que dejar para otras oportunidades el otorgar esas satisfacciones cívicas a otras capitales de Departamento. Incluso, lo pertinente sería efectuar rotaciones, para que ninguna ciudad patria quede al margen de algo que puede estimarse como distinción.
En cuanto a considerarse que el país tiene capacidades para hacer crecer la deuda exterior, resulta un contrasentido que por una parte se incurra en derroches de gastos y, por otro lado, se exprese que el país tiene margen para asumir un mayor endeudamiento. Por los porcentajes que se presenta al respecto, efectivamente, pareciera que se está en condiciones de adquirir mayores obligaciones exteriores.
Sin embargo, el manejo de los intereses públicos, en este caso del Tesoro General de la Nación, no puede ser tan diametralmente opuesto a lo que ocurre en una economía familiar. En realidad, ambos extremos tienen paralelismos similares.
En un hogar, siempre se impone la racionalidad, vivir con lo que se tiene de ingresos. Sólo cuando éstos resultan insuficientes, no obstante la austeridad que se adopte, entonces sí se tiene que apelar al préstamo, con el compromiso de pagar intereses y cumplir con los plazos establecidos para devolverlo.
El régimen actual ha sido el beneficiario de trámites efectuados por otros anteriores para que le condonen al país por lo menos la mitad de la deuda que se tenía, que en 2003 había ascendido a 5.040 millones de dólares. En efecto, al año siguiente que asumió Evo Morales el Gobierno, o sea en 2007, la deuda externa quedó reducida, con las condonaciones ofrecidas por países amigos y organismo internacionales, a 2.184 millones de dólares.
De manera incomprensible, cuando los ingresos se colocaron en escala de crecimiento constante, desde ese preciso año, llegando en 2014 a casi 13 mil millones de dólares, Bolivia reanudó la colocación de créditos externos. A mayo de este año, la deuda externa volvió a subir, llegando a 5.673 millones de dólares.
Como queda expresado antes, es factible que Bolivia tenga márgenes para mayores endeudamientos, pero lo responsable con la protección del interés público, es no buscar ese argumento para contraer más obligaciones con el mundo externo. La racionalidad y honestidad con la administración del Estado es reducir gastos y no crear obligaciones que, en algún momento, hay que cumplir, de todos modos. Sería indecente y hasta grosero que nuestros descendientes vuelvan a demandar condonaciones, pues el futuro es eternamente imprevisible.
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