Pinturas, platería, cuadros, retablos, joyas, la mayoría de la época de la Colonia, fueron desapareciendo de las iglesias de Oruro, Potosí y La Paz, principalmente, y con ellos, una parte de la historia del país. La falta de registros, la ausencia de voluntad política, la poca claridad sobre las instancias responsables de la custodia, y una ley sin normativa, hacen que Bolivia siga siendo un destino interesante para el saqueo.
Se conoce también que no hay un patrimonio cultural religioso que esté bajo tuición de la propia Conferencia Episcopal. Los robos son frecuentes que suman de 316 a 1.964 hasta agosto de 2014.