Crisis económica que empobrece más a pobres


 

Es un hecho, porque el instinto humano es así, que quienes personalmente tienen poder político y económico no sienten los efectos de una crisis, porque poseen los medios para enfrentarla y, en casos, para los que más tienen resulta una ventaja, para los que venden productos de uso y consumo, ya que generalmente aprovechan los precios altos que toda crisis provoca.

La crisis que vive la humanidad, especialmente los países del Cuarto y Tercer Mundo, desde que empezó la llamada declinación de los precios del petróleo, se ha sentido poderosamente en el aumento de la pobreza que provocó mayor angustia en los que menos tienen. Lo más grave es que los gobiernos de países pobres no siempre prevén la proximidad de la crisis y tampoco cuentan con los medios precisos para enfrentarla y se ven constreñidos en sus presupuestos para hacer frente a los problemas o dificultades que sobrevienen.

La crisis económica, grave y dolorosa para los más pobres, no sólo implica la menor percepción de dinero o los costos altos de los productos de uso y consumo o los procesos inflacionarios que castigan duramente la economía de todos, sino que anula muchas perspectivas de desarrollo y consiguiente creación de empleo; frustra proyectos que permitan contar con mejores servicios a los diversos pueblos, coarta las perspectivas de crecimiento de los jóvenes que ven reducidos los mercados de empleo y, además, las posibilidades de conseguir especialización en la profesión que han logrado con muchos esfuerzos.

La crisis económica es, además, promotora de conflictos, reclamos y demandas de sectores sociales que, muchas veces, creen que la solución a los diversos problemas radica en el incremento de sueldos y salarios o también piensan que son los gobiernos los que deben contener y solucionar todos los problemas. La verdad es que la contundencia de una crisis afecta a gobernantes y gobernados porque todos se ven constreñidos en posibilidades de soluciones inmediatas.

Los países más pobres tienen amargas experiencias sobre las consecuencias políticas de crisis que han derivado en procesos inflacionarios o, más grave aún, en los hiperinflacionarios que han sido causantes de mayor pobreza, un mal que, extrañamente se cree, puede ser solucionado con ayudas y comprensión de organismos internacionales o países amigos que, generalmente, son exiguas y sólo son paliativos momentáneos con miras a contener conflictos sociales. Lo más grave es que toda planificación para el desarrollo se ve limitada y merman las esperanzas de pronta solución.

Grave, muy grave es la actual situación de los que padecen miseria y grados extremos de pobreza. Para frenar siquiera un poco los procesos empobrecedores lo que corresponde es que los gobiernos adopten políticas de austeridad y actúen con mucha honestidad y responsabilidad en la administración; de otro modo, los problemas se agudizarán hasta extremos que bien pueden desencadenar serias dificultades.

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