Incontrolable avance de la violencia


 

Contra todos los pronósticos y anuncios oficiales en sentido de que se reducirá y hasta desaparecerá la violencia, la población va viendo azorada el aumento en proporción geométrica de hechos delictivos, que no sólo han aumentado en cantidad, sino que cada vez son más pavorosos.

Feminicidios, asesinato de trabajadores, secuestro de niñas, trata de personas, violaciones seguidas de descuartizamientos y degollaciones, tráfico de drogas, tráfico de órganos humanos, atracos en medio de las vías públicas y otros, que ya es doloroso citar, se han convertido en motivos de las noticias diarias y gran parte de los tradicionales órganos de prensa dedicados a temas generales, ahora parecen periódicos sensacionalistas, pues dedican sus columnas a informar y a veces hasta especular acerca de actos violentos. Es más, esa ola de noticias policiales no sólo se registra en las principales ciudades del país, sino también en pueblos alejados.

La aparición de esta ola de violencia contradice todas las afirmaciones de altos funcionarios de Estado y la serie de medidas legales dictadas por los organismos correspondientes. Es más, se presenta cuando han sido dictadas enérgicas medidas y cuando se consideraba que la época de bonanza que vive el país determinaría, en forma automática, la desaparición de crímenes poco menos que espeluznantes.

La violencia desatada en últimos años era desconocida en los niveles cuantitativos y cualitativos como se produce al presente. Hasta hace algún tiempo, un abuso a una menor o el asesinato y violación de un niño de meses causaba la estupefacción de la ciudadanía e inclusive algunas personas procedían a hacer justicia por sus propias manos. Pero la notable cantidad de crímenes poco menos que horrorosos, ha acostumbrado a la opinión pública que, en la mayoría de los casos, adopta una actitud de indiferencia que se aproxima a la complicidad.

Este estado de cosas obliga a preguntarse sobre cuáles serían las causas de tan alarmante situación. En alguna forma, se acusa de ese crecimiento de la violencia a las deficiencias del Órgano Judicial, que fue diagnosticado por las máximas autoridades del país como de “estar podrido”, así como a deficiencias de organismos policiales.

Sin embargo, la ola de violencia aumenta cuando se dijo que la prosperidad en que se encuentra el país originaría la seguridad social; cuando se aseguró que al desaparecer la pobreza también desaparecería la violencia. Es más, se afirmó que las numerosas leyes dictadas por el Estado pondrían fin a los feminicidios y otros delitos, medidas que, al contrario de todo deseo, no se cumplen y más bien pareciera que han incentivado el crimen, resultado que bien merece una explicación lógica, de tal forma de proceder a dictar las soluciones que vayan a las causas y así tengan resultados positivos y no vayan contra sus intenciones.

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