La Iglesia Católica tiene una característica: así como los Evangelios de N.S. Jesucristo no pierden vigencia, no obstante el paso de los siglos, así, la palabra de muchos Papas siempre ha cobrado actualidad en toda circunstancia por la que atravesó la humanidad.
El Papa Francisco, en su visita a Bolivia, tuvo expresiones claras, categóricas y terminantes sobre diferentes aspectos de la vida, sobre los problemas que confrontan los hombres y sobre las esperanzas que hay para superar los diferentes males. Él, con sencillez absoluta, con amplio conocimiento de los valores y sinvalores del ser humano, se ha referido a situaciones y hechos que han conmovido a los bolivianos y los ha despertado a situaciones de fe muy concretas y especiales.
En una de las oportunidades en que se dirigió a la comunidad nacional y como demostrando que los problemas que el mundo debe enfrentar no sólo pueden estar en sus soluciones a cargo de los que tienen poder sino en la voluntad y capacidad de los pueblos, dijo: “El futuro no está sólo en manos de los poderosos sino del pueblo”. Él, como Vicario de Cristo, portavoz de la Iglesia y prácticamente, convencido de la actualidad y eternidad de las palabras del Salvador, usó términos que se adentraron en el corazón, palabras que mostraron verdades irrefutables; conceptos que, por su precisión, resultan ser normas de vida que tanto los que tienen poder político, económico, social o de cualquier naturaleza como los pueblos deben entender y practicar.
Se refirió muy claramente a que en un mundo que se debe a Dios y a su prójimo, no caben las diferencias, las exclusiones que disminuyen al ser humano, las posiciones de soberbia y petulancia donde unos cuantos, por poseer poder, creen ser dueños de países y pueblos; se refirió a que la globalización en que está inmerso el mundo, no debe actuar con sentido separatista sino de unidad entre todos: “Globalización de esperanzas debe excluir la indiferencia”, dijo en franca alusión a quienes discriminan, encuentran diferencias abismales entre el que tiene y no, a los que viven dolidos por enfermedades, a los que son pobres y, muchas veces, se debaten en la miseria, a quienes son objeto de maltrato y sufren atentados contra sus derechos y pidió para todos que haya esperanzas dentro de lo global, de lo general que debe ser la humanidad y, para ello, se debe excluir la indiferencia, el nomeimportismo, las políticas del dejar hacer y dejar pasar como medio de rehuir el cumplimiento de deberes y responsabilidades que debe ser misión de todos en servicio de todos.
Fue terminante al decir: “Unir los pueblos en caminos de la paz y la justicia”. Con esta frase quiso seguramente asegurar que la paz tiene que estar sometida y practicada en justicia, pero una justicia con caridad, con amplitud de sentimientos, con pureza y diáfana transparencia en su aplicación, con sinceridad y amor. Para remarcar mejor sus expresiones, dijo: “Hay negativa de los derechos sociales, económicos y culturales”. La frase puede ser aplicada a las múltiples conductas y procedimientos del ser humano que, muchas veces, se comporta egoísta, indiferente, contrario a los derechos ajenos porque piensa -sobre todo cuando es poderoso- que él, por tener, puede humillar a sus subalternos, a los que lo sirven, a quienes por contar con un trabajo, muchas veces tienen que aceptar y sufrir humillaciones a su dignidad de seres humanos.
El Papa Francisco, en su diario vivir, pensar y meditar sobre la Iglesia, sobre el contenido de los Evangelios y de las Escrituras Bíblicas; en su diario accionar, discernir y hasta discutir con quienes forman su entorno, muchas veces encontrará la frialdad, la indiferencia, el egoísmo y hasta la estulticia por los derechos humanos o sea por todo lo que conviene a la Iglesia de Jesús y, por ende, es privilegio y misión de él apoyar y buscar que el hombre practique virtudes que se hagan valores y principios.
Lo importante y necesario -más importante que lo dicho por el Papa- es que todo lo que expresó sea práctica y conducta, misión de vida de quienes poseen poder de cualquier naturaleza, debe ser obra y ejemplo de los que tienen las riendas de un país, de un gobierno y ser, de alguna manera, líderes y no concretarse simplemente a la condición de caudillos que, en síntesis, es la vigencia del egoísmo y la egolatría.
Cuando el ser humano medite y practique lo mucho que dijo el Papa, mucho en repetición de lo escrito en Encíclicas y expresiones de otros Papas de la Iglesia Católica, y se haga conciencia de todo ello, podrán abrirse efectivamente los senderos o cauces de esperanzas ciertas para la humanidad. Habrá la posibilidad de que se ablanden las conciencias en los países armamentistas para evitar la sangría que producen las armas; habrá, en la conciencia de los poderosos, la urgencia de suprimir la egolatría, la soberbia, la petulancia, los egoísmos para combatir seria y responsablemente, a los males que aquejan a los pueblos y se concretarán acciones en contra de la deshonestidad y la irresponsabilidad y se habrán adoptado políticas en contra del narcotráfico, la corrupción y todos los males que causan dolor, angustia y lágrimas a los pueblos.
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