La grave crisis en que se encuentra el sector agrario del país, ha culminado con la renuncia de la ministra de Desarrollo Rural y Tierras, Nemesia Achacollo, a cuya persona salpicaron las denuncias de malversación de varios millones de pesos bolivianos en el Fondo Indígena, entidad que es objeto de reforma para cambiar su orientación y no vuelva a ser como una especie de botín de guerra.
La renuncia de la Ministra, sin embargo, no sólo tiene relación con el caso del Fondo indígena, sino que es producto de la presión de la población de las zonas andina e interandina que durante los últimos cinco años fueron objeto de olvido y discriminación, a diferencia del sector oriental, que recibió notables beneficios, tanto económicos como legales.
En efecto, los sectores agrarios de la región interandina del país fueron objeto de ostensible abandono e inclusive de discriminación, hecho que se comprueba porque sus índices de producción han tenido fuerte tendencia a la baja, lo cual ha hecho subir los precios en los mercados de consumo, así como obliga a la importación oficial de alimentos en proporciones casi nunca conocidas en el país. Así mismo, esa situación determinó que las poblaciones urbanas del país empiecen a abastecerse únicamente de productos extranjeros que ingresan al mercado nacional por vía de masivo contrabando.
La gestión ministerial recién concluida adoptó una política de producción de minifundio para pasar a la producción en surcos y en carpas solares y finalmente en macetas. No contribuyó a resolver las formas de producción feudales que dominan en el medio rural, no ofreció alguna fórmula para cambiar la antiquísima forma de distribución de la tierra y, en ese sentido, sigue existiendo el régimen de propiedad y producción de hace cinco mil años.
De otro lado, la aplicación de la tecnología en las zonas rurales tradicionales sigue funcionando con base en el arado egipcio tirado por bueyes; no existen sistemas de riego; continúan en aplicación en el campo los usos y costumbres primitivos y cientos de pequeños agricultores están viviendo en la ruina y se ven obligados a migrar a las ciudades, donde viven en la miseria.
En síntesis, la tierra no ha sido liberada y el hombre también está en ese proceso al haberse implantado en el campo un capitalismo salvaje. Es más, ese régimen tiende a consolidarse con la existencia de una legislación neofeudal, cuyo origen se encuentra en la nueva Constitución y en la ley agraria fundamental INRA.
Todo ese estado de cosas fue consolidado por la gestión ministerial saliente y condujo al país a la inseguridad alimentaria, problema que ha recaído en las espaldas del nuevo Ministro, cuya experiencia administrativa es conocida y se espera que tome al toro por las astas y revierta la crisis agraria que ha heredado.
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