Las bravatas del canciller chileno Heraldo Muñoz siempre son motivo de comidilla en medios políticos, diplomáticos y periodísticos, nacionales e internacionales. Su rostro, su voz y gestos han dado la vuelta el mundo, dejando una estela de reacciones favorables y desfavorables. No era para menos, porque es el responsable de la política internacional de Chile. Por ello se ha comentado mucho sobre sus intervenciones públicas con un alto contenido de intolerancia y provocación, en particular en contra de Bolivia.
El canciller Muñoz asume, por lo visto, el papel del “muchacho malo de la película”, en el conflicto marítimo, resguardando, obviamente, la imagen de la presidenta Michelle Bachelet, quien se muestra cauta, como queriendo insinuar su predisposición a reanudar el diálogo boliviano - chileno, en torno al asunto que radica en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Muñoz, en su condición de jefe de la diplomacia chilena, refleja las inquietudes que embargan al poder oligárquico chileno, en lo que se refiere a la demanda marítima boliviana. Muñoz es el portavoz del gobierno que preside la señora Bachelet y, por lo tanto, todo cuanto afirma acerca del centenario asunto, corresponde al pensamiento e inquietud oficial del Estado chileno.
Por consiguiente su palabra no es de carácter personal ni mucho menos aislada. Se ubica en el marco de la política internacional que despliega la Moneda sobre la demanda marítima boliviana. E indudablemente que las palabras de la autoridad chilena no tienen otro objeto que desestimar el entendimiento bilateral en lo tocante al enclaustramiento que nos impuso su gobierno en connivencia con el imperialismo inglés en 1879.
Podemos señalar, sin temor a equivocarnos, que la palabra de Muñoz también refleja la opinión de la señora Bachelet con respecto al diferendo que se originó como consecuencia de la invasión al Litoral boliviano. Habla, pues, con la aquiescencia de la gobernante chilena. Tanto Muñoz como Bachelet manejan de bandera el Tratado de 1904 a fin de perpetuar el encierro geográfico boliviano. En este contexto, Chile no ofrece alguna opción para restañar la herida provocada por el expansionismo anglo – araucano.
El poder oligárquico chileno siempre nos ha subestimado, nos ha dispensado un trato por demás displicente, particularmente en el terreno diplomático. Con esta actitud parece que acaricia todavía sus victorias militares del Siglo XIX. Cree que vive aún los “momentos estelares” de Diego Portales, que se caracterizaron por el encono, el menosprecio y la agresión política. Empero los tiempos han cambiado, introduciendo serias y profundas transformaciones en las relaciones bilaterales y multilaterales de los Estados.
El país ha ratificado, en diferentes circunstancias de las relaciones diplomáticas boliviano – chilenas, su vocación pacifista y de no agresión, por cuanto ha invocado a Chile, con la humildad que lo caracteriza, para retomar la mesa del diálogo, con el fin de analizar y debatir las opciones de solución al más que centenario enclaustramiento, tan nefasto y asfixiante. Empero la respuesta chilena siempre ha sido distraccionista, por no decir negativa. Actitud de esta naturaleza ha erosionado toda iniciativa de acercamiento entre las dos naciones.
En suma: pedir a Chile la restitución de nuestra soberanía en el Pacífico es “pedir peras al olmo”.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |