Atando los cordones de S.E.

La humildad es un estado del alma; la riqueza del espíritu simple, sencillo, es como gota de rocío que calma la sed del caminante. El grande Amnistiador de todos los tiempos lavó los pies sarmentosos, sucios, de su colegio de apóstoles, no para una obra teatral o un show que se transmita de generación en generación. El hijo del Altísimo lo hizo para tocar los corazones ensoberbecidos; para mostrarles que el Hijo del Hombre, nacido junto a jumentos, vacas, gallos y puercos no olvidó las pajas, sicómoros que lo acunaron, tampoco dejo atrás la adoración de los Reyes Magos.

María de Magdala, pecadora, con sus cabellos dorados y sus manos bellísimas, lavó los pies de “Su Señor” que la perdonó, que condonó sus iniquidades, por las cuales la sociedad de entonces la estigmatizaba, la sancionaba según “la ley de Moisés”. Ella ungió los divinos pies de Jesús, los besó y secó con su cabellera color de sol.

Son dos actos universales de simpleza, de plena humildad del corazón, que elevan, dignifican y alzan los espíritus selectos.

Ahora, señores, debemos preguntarles: ¿quién o quiénes les dijeron que los aymaras y quechuas son humildes? Los aymaras -y los descendientes que somos auténticamente aymaristas- no tenemos ni el apellido de humildes, menos somos agachados. Don Fernando Diez de Medina, en su mágica obra “Hechicero del Ande” (1), una biografía fantástica al estilo garciamarqueciano, escribe: “una raza que es un misterio, como un río que desaparece y no se sabe dónde aparecerá”. “El aymara es como un felino que se desplaza en el altipampa; callado hasta el extremo de no hablarse con él”. ¡Atento!, “como un felino”, en busca de su presa, sin que se lo sienta, camina leguas y kilómetros, sabiendo distinguir al amigo del enemigo.

No, señores, no nos aplastaron los españoles en la conquista: nos mataron, porque morimos los aymaras de pie. Aparentamos someternos, pero nunca fuimos sometidos, nuestro espíritu fue y es libre. ¡Heme aquí!, Antonio Gallardo, mestizo hijo de indios con españoles, prevaleció más su alma libre, muriendo en el primer alzamiento de la historia nacional el 1 de diciembre de 1601. Gallardo sobrevive nuestras rebeldías, por lo tanto no se le exija humildad a S.E. Evo Morales Aima; él que en un acto sin precedentes de arrogancia y poder, se hizo atar los cordones de su calzados con un servidor suyo. Es que la raza, que anida en el pecho presidencial, que es un solemne mestizaje, no fue ni será humilde.

Deliberadamente no hablamos de cultura, intencionalmente no le lavamos la cara a S.E., sólo le recordamos su origen en Orinoca… Allá, entre taquia, vientos sollozantes, noches de frío, se crio S.E. Y en el cuartel, los mestizos, los cholos bárbaros le hicieron posiblemente lo mismo, por eso don Evo reclama ante la conciencia el ultraje, como si fuésemos culpables de un tiempo ido todos los bolivianos.

Final: S.E. es hijo de esta tierra, cual montañas andinas: un misterio épico reflejándose en las tierras yermas de su pueblo natal. Raíces, tronco, hojas, sombras y luces somos los de origen aymara. ¡Eso es todo!

Referencias:

(1) “Hechicero del Ande”, la biografía fantástica de don Franz Tamayo Solares, constituye a nuestro entender la primera obra de psicología aymara que escarba, revela el espíritu tamayano y por lo tanto el nacional.