Cuando los aprestos del oficialismo y de los llamados “movimientos sociales” aceleran una nueva reelección del presidente y vicepresidente y se disponen a presentar la propuesta a la Asamblea Legislativa, cabe preguntar ¿cuál es el motivo de tanta precipitación? Sin duda, la descomposición de la economía nacional que parece cernirse incontenible. La caída del precio del petróleo y sus derivados a alrededor de los 40 dólares el barril, no sólo arrastra consecuencias económicas sino también políticas, tal como vemos.
Esta “cortina de humo” es un recurso conocido del que echa mano el Gobierno para entretener a la población cuando algún problema grave amenaza erosionarlo. La re-re-elección en cuestión y el desenvolvimiento del proceso hasta su culminación se convierte en una receta de consumo prolongado, que si no atemperará lo que se ve venir, al menos servirá de distracción pese a su dramatismo político para el país.
Si bien “no por mucho madrugar amanece más temprano”, sabe Dios qué otras preocupaciones atingen a los estrategas oficialistas para tanto apuro. Los mandatarios latinoamericanos tentados por la perpetuación en el poder, como en muchas otras cosas, fueron más cautos y sus prisas supieron guardarlas hasta el final de su gestión, tal como ocurre, por ejemplo, en Ecuador, aspecto en el que Rafael Correa se muestra más paciente.
Nuestra historia registra algunos intentos de continuismo en el mando, aunque no siempre hubiesen terminado felizmente. Para ello sus protagonistas se dieron mañas por aparecer insustituibles, impidiendo el surgimiento de nuevos liderazgos en sus propios partidos. ¿Será tal una de las tácticas que se hubiera empleado en este caso?
Por lo menos, los movimientos sociales de sustento confiesan que no hay sustitutos posibles. Los partidos políticos orgánicos y de activa vida interior son, por naturaleza, el almácigo de liderazgos surgentes. Nada similar podía ocurrir en el MAS ni en sus aliados, tal como lo proclaman explícitamente. El presidente Evo Morales es su única opción. Así parece convenir también Su Excelencia cuando acepta la posibilidad de reelegirse, empero no se refiere al tiempo o duración de ese mandato.
No hace mucho interpretó la alternancia -requisito indisoluble del concepto de democracia- como el cambio de modelo o de sistema y no de personas. Este criterio no se vincula de modo objetivo a lo que se entiende por democracia.
En momentos en que las decisiones están tomadas y sólo resta el trámite formal en el Legislativo, la oposición invita al precandidato a que en uso de su popularidad recurra al 20% a las firmas del electorado como procedimiento de sus propósitos y no al cómodo voto de mayoría absoluta (mitad más uno) de la Asamblea Legislativa con vista a la reforma previa de la Constitución, que es otra vía para el objetivo señalado. En realidad, sería un buen termómetro inicial de la supuesta popularidad con la que se dice contar.
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