En la búsqueda permanente de “borrón y cuenta nueva”, respecto al tema marítimo, hay criterios que alientan el diálogo boliviano-chileno. Es interesante el planteamiento.
Empero la búsqueda ha sido y es difícil, angustiante e infructuosa, dentro y fuera de nuestras fronteras. Gobernantes, tanto espurios como legítimos, se vieron involucrados en ese afán.
Desgraciadamente nada en limpio se ha logrado hasta la fecha, debido a la torpeza, falsía e incomprensión chilena. Prueba de ello es que el tema marítimo fue pospuesto a un segundo plano en la Agenda de 13 Puntos. El país vecino ha eludido y elude hablar sobre ese tópico.
“Un día de febrero del año 1879 gente armada de la vecina República de Chile tomaba por asalto el puerto de Antofagasta, con el pérfido propósito de amparar los intereses de unos cuantos industriales, de nacionalidad chilena, a quienes Bolivia había cobijado en su territorio y brindándoles, en condiciones excepcionalmente ventajosas, la explotación de las salitreras del Litoral… ¿Cómo fue esto posible…?”, dijo Rafael García Rosquellas, en conferencia ofrecida en el Paraninfo de la Universidad de Chuquisaca, en marzo de 1952, con motivo de la repatriación de los restos de Eduardo Abaroa, a la ciudad de La Paz (“Revista del Instituto de Sociología Boliviana”, Sucre, 1953, año XII, No. 4, pág. 9).
De este modo García Rosquellas ha reflejado la verdad histórica de la ocupación de nuestro territorio costero, por las fuerzas militares del expansionismo anglo – chileno, hace más de cien años.
En este marco, Bolivia ha peregrinado, de “Herodes a Pilatos”, en la búsqueda del “borrón y cuenta nueva”, que se interpreta como la inauguración de una nueva etapa en las relaciones boliviano – chilenas, tomando como parámetro la solución del centenario diferendo, cuyos argumentos históricos fueron elevados a conocimiento de la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya.
La flexibilización de las posiciones encontradas de ambos países permitiría la construcción de la buena vecindad, afianzaría la paz y profundizaría la integración.
En cuanto al diálogo, cuando fue propiciado con responsabilidad, ha marcado en todos los tiempos y pueblos, hitos de acercamiento y entendimiento, en la perspectiva de superar conflictos irresueltos, que perduraron en el tiempo.
Recientemente, en este contexto hemos visto la reconciliación de dos gobiernos ideológicamente antagónicos: Estados Unidos y Cuba. Limaron asperezas por el bien común y la paz regional.
El diálogo entre Bolivia y Chile, dos países en conflicto a raíz de la invasión de éste último a territorio patrio en 1879, si se diera algún día, con o sin la intercesión de la Corte Internacional de Justicia, debe priorizar, sobre todos los asuntos que conllevan las relaciones diplomáticas bilaterales, la cuestión relativa al encierro geográfico de que es objeto el país. Propósito que debería estar acompañado por la voluntad política, particularmente de Chile. En suma: la búsqueda de “borrón y cuenta nueva” dará sus frutos, algún día, para satisfacción de Bolivia y para pesar de Chile. Entonces Bolivia habrá recuperado su soberanía en el Pacífico.
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