No caben optimismos y menos ilusiones en relación con el gobierno de Chile que, como en el lejano y cercano pasado, en obediencia ciega a sus militares, ha mostrado posiciones contrarias a Bolivia y, para empezar, sus políticas fueron contrarias desde el gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz, protector de la Confederación Perú-Boliviana que Chile, acomplejado y temeroso de siempre, veía un peligro en esa unidad y, conjuntamente Argentina, boicoteó toda posibilidad de que ambos países, Perú y Bolivia, conformen una unidad.
Para los gobiernos de Chile, por democráticos y constitucionales que sean -mientras no surja un régimen militar como el del Gral. Augusto Pinochet- la palabra y políticas decisorias de sus fuerzas armadas son decisivas porque sistemáticamente se han opuesto y lo harán siempre, contra Bolivia. Esta es una realidad de la que tenemos que tomar conciencia los bolivianos y proponernos, seria, honesta y responsablemente, cambiar actitudes, conductas, políticas, acciones comerciales, culturales, etc., con la convicción de que los gobiernos chilenos -con grandes diferencias sobre lo que sienten y piensan muchos ciudadanos de Chile-, y no estar sujetos a acuerdos que no se cumplen como el Tratado de 1904 que Chile vulnera cuantas veces le viene en gana, boicotea nuestras actividades de importación y exportación -atenidos inclusive a lo dicho por el Canciller chileno en sentido de que los puertos de Iquique y Arica son ocupados por el 80% de las exportaciones de Bolivia-, frase que, en la forma y el fondo, implica que el norte de Chile vive gracias a Bolivia que no deja de confiar en que alguna vez habrá conciencia integradora entre ambos países.
Efectivamente, tenemos planteado nuestro problema sobre el mar ante la Corte Internacional de La Haya; los resultados, sean los que fueren, tardarán en llegar; pero, al margen de ello, debimos haber restablecido relaciones diplomáticas y actuar, con toda normalidad, en los campos económico-financieros, políticos, sociales, culturales, etc., etc. Sin embargo, vista la conducta del gobierno de Chile, siempre contraria a Bolivia, no caben esperanzas de un restablecimiento de relaciones que, de producirse, el gobierno mapochino querría que sea bajo sus condiciones y sujeto a sus intereses y conveniencias; en el fondo, seríamos objeto de mayores burlas de las que sufrimos.
Se boicotea a Bolivia en los puertos de Arica e Iquique, se lo hace en Antafagasta; se cobran gabelas e imposiciones financieras de todo tipo a los importadores y exportadores bolivianos, se abusa de nuestros transportistas; se siembran minas a lo largo de la frontera con Bolivia pese a anunciarse “políticas de respeto y consideración” que Chile no cumple. Vivimos los bolivianos situaciones anómalas, contrarias a todo respeto, diferentes a cualquier política internacional que, en todas partes del mundo, se respetan. Bolivianos que, por una u otra razón viajan a Chile y deben cumplir actuaciones -por ejemplo, culturales- son boicoteadas por el gobierno chileno y como muestra, está el caso de lo hecho últimamente contra el Vicepresidente boliviano que fue vetado por el gobierno chileno para que no cumpla con una invitación en la que tenía que desarrollar un tema específico. No se respetó nada, ni al Vicepresidente ni al país que representa porque decir boliviano para Chile implica surgimiento de complejos (los de culpa, seguramente, por el asalto y apropiación de territorio y costas marítimas inferidos a Bolivia).
¿Cuántas veces hemos sufrido por las políticas chilenas? ¿Cuánto perjuicio hemos padecido en todo sentido? ¿Cuánta falacia hubo en las propuestas que nos hicieron y que jamás cumplieron? ¿Cuántas veces se violó el Tratado de 1904? ¿Cuánto daño económico ha causado el gobierno chileno a Bolivia en los últimos meses con el boicot a transportistas, a labores de importación y exportación? ¿Cuánto engaño se hace contra Bolivia con tal de “apuntarse” réditos que los gobernantes chilenos no tienen? En fin, la cadena de preguntas sería muy larga y, si hubiesen respuestas, sería interminable, dándonos la razón en todo; pero, como no hay ni conciencia ni honestidad en los gobiernos chilenos, no cabe esperar nada.
Lo ocurrido y sufrido, no puede desalentarnos: hay puertos como Ilo en el Perú, la vía Paraná-Paraguay, las ofertas de Argentina, Uruguay y Brasil para utilizar sus puertos y no queremos aprovechar. El puerto de Ilo, con carretera más larga que a Arica, es, al menos de momento, lo más apto y seguro y todo sería cuestión de hablar con el Perú y habilitar ese puerto y empezar a exportar e importar vía Perú y otros sitios que se nos ofrece y cuyas características y posibilidades sean permisibles.
Entretanto, y mientras se ve qué políticas se adoptarán en relación con Chile, seguiremos perdiendo muchos millones de dólares por las políticas contra el libre tránsito de carga boliviana; continuarán las aguas del Lauca y del Silala dando vida a pueblos chilenos, seguirán las acciones tiránicas del gobierno chileno y continuarán las políticas abusivas al violarse cuantas veces convenga el Tratado de 1904 contra Bolivia. Las políticas y conductas que tengamos los bolivianos, al margen, muy lejos de afectos o desafectos con el régimen actual, absolutamente convencidos de nuestros derechos y razones para reclamar y denunciar ante el mundo por los atropellos sufridos por parte del régimen chileno.
Mientras hayan decisiones correctas, urgentes, previsoras, patriotas y aferradas a los intereses bolivianos, corresponde que todos actuemos en apoyo de políticas que le hagan ver al gobierno chileno y a la comunidad internacional que tenemos razones muy valederas que, puestas en juicio de cualquier índole, nos darían la razón. No podemos ni debemos vivir encadenados a las políticas determinadas por Chile. Somos país libre, soberano e independiente y actuemos como tal.
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