El pueblo potosino ha recusado, enérgicamente, el Tratado de 1904, mediante un documento titulado “Anatema del Pueblo de Potosí (al Tratado Bello Codecido – Gutiérrez aprobado por el Congreso de Bolivia en 31 de enero de 1905)”, con fecha 14 de febrero de dicha gestión. Posteriormente, el 19 de marzo del mismo año, fue impreso en la “Imprenta Libertad”, de aquella ciudad.
Es un documento, político en su esencia, que ha refrendado el sentimiento patriótico de una región eminentemente minera. De un jirón patrio saqueado, desde mucho antes de la fundación de la Republica, de todo lo que significó su riqueza mineralógica, por fuerzas externas.
“Que dicho Tratado (de 1904) es inicuo: vergonzoso y deshonroso para Bolivia; lesivo a su dignidad, oneroso en lo económico, matador de la soberanía nacional; generador de la evidente absorción financiera y administrativa, a título de auxilios pecuniarios amistosos, estableciendo el protectorado chileno y de régimen colonial: y nulo por haber sido rechazado por seis Departamentos de la República”, anota la parte resolutiva del texto.
He ahí la impugnación potosina al Tratado de 1904. Para nuestros hermanos de la Villa Imperial este acuerdo binacional representaba un serio atentado a los intereses nacionales, por lo que usaron el término “inicuo” para descalificarlo. En criterio de ellos se estaba “matando” la soberanía nacional sobre el Pacífico. No estuvieron equivocados. La verdad es que por unas miserables monedas y un ferrocarril hemos sido enclaustrados hasta la fecha. Hasta que la demanda marítima boliviana llegó a conocimiento de la justicia internacional.
Entre tanto Chile se ha potenciado económica y bélicamente con la riqueza de nuestro Litoral. “Durante este decenio, Chile se ha transformado en un país líder de la minería mundial, especialmente del cobre. Es el primer productor mundial: satisface cerca de 30% de la demanda global; sus reservas son las más cuantiosas; los depósitos se encuentran cerca de los puertos de embarque; en la Región de Antofagasta se ubican las mayores minas a tajo abierto del mundo”, señala un informe gubernamental casi al terminar los años 90 del siglo pasado (“La Economía Chilena 1999”, Secretaría de Comunicación y Cultura, Santiago de Chile, marzo de 1999, página 28). Es la versión oficial que corrobora la prosperidad económico financiera del país vecino gracias al territorio costero que nos usurpó.
“Que los 42 Representantes que le han prestado su aprobación, se han hecho indignos de ser bolivianos y caerá sobre sus frentes el estigma de la Historia y de la posteridad; Que a los 30 Honorables Representantes que han combatido el pacto, oponiéndose a la mutilación de Bolivia y defendiendo su honor y su bandera, les discierne el voto del justo aplauso”, finaliza el documento potosino, que lleva más de dos mil firmas, número considerable para su tiempo.
El baldón recayó en los parlamentarios que secundaron el desmembramiento de nuestro patrimonio territorial a favor del agresor de 1879. Es decir diputados y senadores que firmaron el Tratado de 1904, el mismo que, a la larga, significó nuestro encierro geográfico. Problema aún no resuelto debido a la testarudez del invasor del Siglo XIX.
En suma: honor y gloria a los potosinos que asumieron la defensa de los altos intereses nacionales.
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