Plástica
Es una obra pintada en torno a los años 1478-1482, con la técnica del temple sobre tabla, que actualmente se encuentra en los Uffizi de Florencia. Inspirada en fuentes literarias, en realidad se trata de una especie de emblema mitológico del amor platónico, te-ma muy apreciado por la escuela neoplatónica florentina. Esta escuela se desa- rrolló en la corte de Florencia en torno a los Médicis y estuvo liderada por Marsilio Ficino y Pico della Mirandola, teniendo notables seguidores, entre los que destacaron en el siglo XV, el pintor Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi (1445–1510), más conocido por Botticelli, representante de la vía no cientifista de la pintura florentina de dicho siglo.
Los historiadores y los críticos no se muestran totalmente de acuerdo sobre el significado del cuadro, ya que nos muestra en un solo plano una serie de escenas que podrían parecer incluso inconexas, pero estarían ligadas por un hilo conductor en consonancia con las claves mitológicas de la escuela florentina. En el centro de la imagen, sirviendo además de eje compositivo nos encontraríamos con Venus, destacada no tan solo por la posición preminente, sino porque en torno a su cabeza, se dibuja una especie de aureola con la vegetación. Aparece re-presentada con los atributos de una mujer casada, simbolizaría la fuerza creadora del orden natural. Sobre ella se encuentra Cupido, que lanza una de sus flechas hacia una de las ninfas que acompañan a Venus.
A la derecha del espectador aparece Céfiro, uno de los vientos, que persigue a la ninfa Cloris que, en el momento en que éste la toca empieza a expulsar flores por la boca para transformarse en Flora, diosa de la vegetación y de las flores, que nos mira sonriente a la vez que pa-rece ir esparciendo las flores que conforman su vestido. A la izquierda (del espectador) se representan las Tres Gracias, las servidoras de Venus, muy apreciadas por los neoplatónicos, que les van a atribuir las mismas virtudes que a la diosa. Aparecen realizando una especie de danza, vestidas con telas semitransparentes, correspondiéndose la que está más a la izquierda del cuadro con “Voluptas”, la de la derecha con “Pulchri-tudo” y la que está de espaldas, hacia la que apunta la flecha de Cupido, con “Castitas”, que precisamente se vuelve hacia el dios Mercurio, pintado a la iz-quierda de la composición. Mercurio, mensajero de los dioses, sería también el nexo de unión entre la tierra y el cielo.
Mediante este complejo relato se trata-ría de crear uno de los círculos neoplató-nicos del Amor. Éste surge en la tierra mediante la pasión (representada por la actitud de Céfiro) y regresa al cielo como contemplación (la de “Castitas” hacia Mercurio y la de éste hacia el cielo). Esto para un neoplatónico es lo mismo que decir que el amor carnal no es el verda-dero (así desaparece al tocarlo, igual que Cloris), sino que debe convertirse para que sea real, en un amor espiritual e idealizado (platónico).
La rememoración de este tipo de mun-do se hace mediante la ausencia de perspectiva, para construir un escenario que no sea real. El protagonismo, como es característico del pintor le correspon-de a la línea que marca un suave ritmo ondulante, haciendo parecer a las figu-ras como bailarines de un mundo ajeno al real. La composición se estructura a base de triángulos, contribuyendo a do-tar aún más al cuadro de sensación de serenidad. La luz es homogénea, no crea sombras ni aparece claramente identifi-cada y con respecto al color, predominan los tonos suaves, destacando los com-plementarios, como el rojo y el verde.
Fuente: http://arte.laguia2000.com/pintura/la-primavera-de-botticelli
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