Nicómedes Sejas T.
El oficialismo está consciente de que para llegar exitosamente al año 2019 debe pasar las pruebas del referendo del 20/09 y el referendo constitucional de la re-re-elección, aún sin fecha, porque parece que no se siente seguro de poder encajarnos la reelección indefinida. Aún hay más, su élite partidaria ha tomado consciencia de que la reelección no les basta, porque el próximo periodo de gobierno terminaría en enero de 2025; esa es la razón por la que necesitan prorrogarse hasta el 2030.
En este trepidante ritmo electoral, el oficialismo tiene la ventaja inicial de contar con un proyecto definido en torno a Evo Morales y García Linera, en tanto que aún no hay en el horizonte una alternativa con reales posibilidades para disputarle el poder. Naturalmente que esta ventaja inicial no es suficiente para sus pretensiones.
Resolver la re-re-reelección se hace apremiante para evitar el impacto de la caída de los precios internacionales de los minerales y el gas, que podrían poner al descubierto las ineficiencias de una gestión de gobierno que hibernaba detrás de la bonanza de los altos precios.
El empaque propagandístico del MAS magnifica las cualidades de sus principales candidatos, su compromiso revolucionario, su supuesta exitosa gestión gubernamental, su garantía por la estabilidad política de una década y continuidad del proceso de cambio hacia el futuro. La retórica propagandística de alcance masivo, también apela a viejos rencores de racismo, lo cual le exime de la elaboración de argumentaciones lógicas. Por otra parte, ya que le basta con maquillar simbólicamente sus éxitos de gestión, también se libera de hacer trabajosas demostraciones empíricas de los resultados de su gestión gubernamental y sus consecuencias futuras. Y por último, cuenta con el TSE que prematuramente ha renunciado a sus prerrogativas de tribunal supremo en materia electoral, marchando al ritmo del poder.
En esta coyuntura de verdadera emergencia, el gobierno concentra sus esfuerzos en su campaña re-re-reelectoralista, poniendo en segundo plano la urgencia de un consistente programa de austeridad con crecimiento. En este contexto, el anuncio del Ministro de finanzas, de cerrar las empresas estatales deficitarias, para empezar a achicar el déficit fiscal, está desprovisto de sensibilidad para atenuar su impacto social. El primer cierre fue de la Empresa de Construcción del Ejército, con enormes deudas acumuladas, es posible que luego le sigan Enatex, Cartonbol, Papelbol; Huanuni está amenazada con la relocalización y Colquiri estrangulada lentamente por falta de nuevas inversiones, y cuatro empresas dependientes de Cofadena están en terapia intensiva para evitar su colapso total.
Naturalmente, un Gobierno con pretensiones electoralistas está dispuesto a sacar el mayor provecho posible de los últimos estertores de una bonanza en franca declinación, ofreciendo nuevas mega obras, como el complejo de 46 centros hospitalarios bien equipados, de segundo, tercer y cuarto nivel, con un presupuesto de 1.624 millones de dólares, provenientes del TGN, un tren metropolitano en Cochabamba con un recorrido de 40.37 km y un presupuesto de Sus. 537 millones, sin proyecto y por conseguir financiamiento.
Estas obras están programadas para su conclusión antes del 2020. Por de pronto estas ofertas son el contenido de la propaganda para sustentar la “credibilidad y necesidad” de la re-re-reelección, como se ha señalado abiertamente con vistas de alcanzar el bicentenario; este paquete de ofertas ya tiene su formato propagandístico con un gran despliegue por prensa, radio y Tv, asfixiante para borrar cualquier voz disidente.
Proclamar la soberanía económica no es suficiente para mantener los precios altos de las materias primas en el mercado internacional, y no obstante que el Presidente ha pedido ajustarse los cinturones, no ha cesado la propaganda sobre la fortaleza de la economía y su envidiable crecimiento.
Por otra parte, la tardía comprensión de la ecuación de inversión y crecimiento en el sector estratégico de la explotación del gas ha inducido al Gobierno a ofrecer a las empresas transnacionales incentivos fiscales y otros beneficios, como lo hicieron los “neoliberales” para atraer nuevas inversiones en los momentos más acuciantes de la economía boliviana.
Este giro neoliberal eufemísticamente es otra demanda de los movimientos sociales para evitar una caída más estrepitosa de la economía boliviana, que daría al traste con las pretensiones reelectoralistas del MAS, y un sacrificio inevitable para salvar el socialismo comunitario, el proceso de cambio y el gobierno de los movimientos sociales.
El nuevo contexto generado por la economía global seguirá su curso, convirtiéndose en el principal árbitro para las aspiraciones re-re-re-electoralistas del MAS y su posibilidad de ser protagonista en el Bicentenario de fundación de Bolivia.
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