No estuvo equivocado el canciller chileno Heraldo Muñoz al retarnos: “Nos vemos en La Haya”. Esta afirmación la hizo a principios del mes pasado.
Ya nos veremos, no hay miedo ni cosa parecida, sino la esperanza de retornar a las costas del Pacífico, con soberanía plena, conforme a los buenos oficios de la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya.
Bolivia va a ese ente jurídico con la verdad en la mano, con la frente y la dignidad en alto a fin de corroborar la denuncia de que fue objeto de la más salvaje invasión en 1879, promovida por la oligarquía chilena, en connivencia con el imperialismo inglés, que significó su enclaustramiento entre las más altas cordilleras.
“La República de Bolivia poseía un extenso litoral situado entre el sur de las costas peruanas y el norte de las chilenas. En esa región existen grandes yacimientos de salitre. El gobierno de Bolivia a principios de 1879, decretó un derecho de exportación sobre este producto mineral. Como algunos de esos yacimientos pertenecían a ciudadanos chilenos, Chile protestó contra ese impuesto y envió una expedición militar que se apoderó de las costas bolivianas”. Ésta versión fue propalada por los norteamericanos William Hanssler y Clarence E. Parmenter, en el libro que publicaron, en 1920, con el título de “A Spanish Reader – With Exercises -“. El dato que transcribimos está en las páginas 137 y 138.
Bolivia no tuvo necesidad de tergiversar la verdad ni inventar historias, como el país vecino sobre el centenario conflicto. Los argumentos bolivianos se fundan en la verdad de los hechos que determinaron su encierro geográfico, por lo que una demanda se ventila en la justicia internacional.
El clamor boliviano ha despertado, inclusive, la solidaridad de algunos chilenos, quienes se manifestaron a favor de la reivindicación marítima boliviana. “Todos los países han ganado sus territorios con guerras, si nosotros tenemos algo más, por qué no dar; con ese gesto Chile sería uno de los primeros países del mundo que tiene ese desprendimiento, ese cariño por su prójimo, ¡mar para Bolivia! un poco sería una oportunidad de los primeros de la historia de la humanidad”, aseveró hace poco el cineasta chileno Pedro Cazsa (EL DIARIO, 14 de septiembre de 2015).
He ahí el criterio de un ciudadano chileno, en sintonía con la demanda marítima boliviana. Así se multiplicaron las voces que se identificaron con la causa que alienta el país, en la búsqueda de una salida libre, útil y soberana en el Pacífico.
Y el poder oligárquico chileno, al que representa el canciller Heraldo Muñoz en las altas esferas del gobierno que preside la señora Michelle Bachelet, ha sido y es el mayor escollo que ha impedido el entendimiento de Bolivia y Chile, en torno al centenario enclaustramiento, tema de debate, actualmente, en el seno de la justicia internacional. La oligarquía asume esta actitud para no perder la potestad de decidir los destinos del país vecino.
En este marco, los chilenos ven atónitos la caída de popularidad de la señora Bachelet. Los problemas internos no cesaron de manifestarse incomodando a la gobernante de tendencia izquierdista.
En suma: en La Haya prevalecerá la verdad histórica.
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