Los sueños de un colla

Hoy se celebra la fiesta grande de los cruceños y como no puedo trasladarme a esa hermosa ciudad de Santa Cruz por razones de salud, preferí cerrar los ojos y dar rienda suelta a mi fantasía, que es lo más barato que tengo a mi alcance.

Cuando mi colaboradora periodística llamó a la puerta de mi escritorio para cumplir nuestra labor cotidiana, la sorprendí contestándole: “Entra nomás peladinga”, lo cual sacó de quicio a la cholita cochabambina que me dijo: “Yo no soy la peladinga de nadie, ni siquiera de usted que es mi jefe y además mi pariente espiritual…”.

Traté de explicarle eso de que hoy sueño con ser cruceño y si le dije “peladinga”, no hacía referencia a su desnudez sino a que ella era una moza joven.

Esa explicación la dejó algo más contenta, lo cual me dio más ánimos para vivir mi ilusión camba durante algunas horas. La cholita periodista que anda averiguando todo quiso saber algo más acerca de mis sueños cruceños y tuve que responderle evasivamente que nunca pude materializar ninguno de mis sueños orientales en los años de mi juventud, no pudiendo escapar nunca a la fatalidad de parecerles siempre al “colla opa”, que sigo siendo.

La cholita se compadeció de mi desdicha y acariciando una de mis grandes orejas me dijo dulcemente: “A esta peladinga usted no le parece tan opa…”.

En su afán de ayudarme a soñar, la cholita cochabambina nacida en Quillacollo cerró sus chaskañawis y cerró los míos para luego decirme: “Ahora nos trasladaremos mentalmente a la Feria de Santa Crú para encontrarnos con toda la “cruceñidad”, pues yo quiero conocer a nuestro colega Manfredo Kempff y usted podrá ver a muchísimas azafatas bellísimas…”. Nuestros respectivos sueños se cumplieron instantáneamente.

El tiempo fue trascurriendo y la cholita ya acostumbrada a que yo la llamara “mi peladinga” durante esa jornada trajo desde mi viejo desván un disco con la entrañable voz de Gladys Moreno, cantando esas estrofas que dicen: “a vos, a vos, que sabes del amor, te pregunto por qué hay dolor, dolor de amar, dolor de esperar…”.

Mi sueño de estar en Santa Cruz este 24 de septiembre se había cumplido plenamente. Y junto a la “peladinga“, la cholita que me acompaña todos los días, concluimos este viaje onírico a la bella ciudad de Santa Cruz, que hoy celebra sus glorias.