Conforme pasan los tiempos y muchos hombres aumentan su soberbia y petulancia y creen que tienen condiciones divinas porque asientan su poder en el armamentismo, el poder del dinero, el apoyo de algunas organizaciones sociales que creen en falsas doctrinas y promesas populistas y demagógicas, los problemas mundiales adquieren características más graves.
Este problema se asienta, muy especialmente, en quienes poseen poder político, que piensan, fatuamente, que ese poder será eterno y, además, como se sienten respaldados por ingentes cantidades de dinero, piensan que éste todo lo compra y es fácil asegurarse más poder, más confianza de los que creen en ellos y se obnubilan por las fantasías y espejismos que se les muestra.
Lo grave de esta situación es que quienes tienen poder político, económico, social o de cualquier otra índole, prácticamente parecen sentir la seguridad de que “tienen la vida comprada” por muchísimos años hasta llegar a contarlos por siglos y que la omnipotencia que creen tener se acrecentará con el tiempo porque no hay nadie como ellos y ello les hace sentir insustituibles, irremplazables; estas creencias son concebidas porque están convencidos de la fatuidad de su egolatría.
La verdad es que raras veces, hay hombres que viven realidades y se acomodan a ellas y obran con la honradez, la serenidad, la cordura y hasta la paciencia por los años que pasan por ellos. Vivir realidades para ellos es importante; pero, muchas veces, la tenencia de poderes les hace obrar sin la debida honestidad con ellos mismos y con el entorno que los rodea y están alejados de entender que todo lo que poseen debe ser administrado con responsabilidad que esté acompañada, permanentemente, de muchas dosis de honestidad. La obnubilación y el ingresar a campos estultos, hace que quienes están revestidos de mucho poder no vean más allá de sus narices y sientan que el futuro es una dádiva segura, interminable y cada vez más creíble porque se acrecienta, al calor de la soberbia.
Vivir administrando bienes, las propias virtudes hechas valores y principios, entendiendo el derecho de todos y que tienen primacía sobre los propios derechos, debe ser conducta de verdaderos hombres que asientan su vida en realidades. Este modo de ser conducirá a puerto seguro a los que honesta y lealmente reconozcan lo que son y lo poco que significan al lado de los derechos ajenos que, en todo caso, son siempre superiores porque hay que suponer, son derechos muy importantes porque no han sido contaminados con la soberbia ni la petulancia ni las dotes de saber todo sin saber nada.
Concordar la vida con la verdad y vivirla plenamente con honestidad y responsabilidad, debería ser parte de la existencia de quienes tienen poder de cualquier clase; no entender así la vida es, simplemente, tener condiciones de vida ajenas a las de los demás. Sentir que la caridad con uno mismo debe traducirse en lo que se haga por los demás, mostrarse en todos los actos de la vida con comportamientos dignos que hagan digno a todo lo que se hace, se cumple, se emprende, se muestra como obras y es prueba de la conducta que respeta y ama el derecho de los demás.
En Bolivia, vivimos tiempos en que se hace muy difícil superar los altos índices de pobreza; pero, sobre todo, la pobreza en valores, en práctica de virtudes y principios. Muchas veces, la Constitución y las leyes para muchos gobernados y gobernantes es un eufemismo, un “por si acaso” que debe inculcarse a los demás como regla del buen vivir. Se cree, con facilidad que pasma, que el contrabando, la ilegalidad, la corrupción, el incumplimiento de deberes y responsabilidades son “slogans” inventados por los “neoliberales” o “rosqueros” o “gentes de derecha” (cuando los de izquierda dan ejemplos de actuar con todo cinismo y contra todos); en fin, se echa la culpa a todos de todo y, con ese pretexto, se ingresa en las fauces de la ilegalidad y de todo lo que atenta contra el bien común.
Así los hechos, gobernantes y gobernados, especialmente quienes tienen poderes político-partidistas, viven fantasías sobre la misma Carta Magna y las leyes y todo porque no se cumple nada de lo que se pregona; en otras palabras, no se hace práctica y norma de las reglas que permiten actuar bien para vivir mejor, cumplir más para ser mejores, entender mejor al prójimo para conseguir ser comprendidos; en fin, estamos enfrascados en lo malo de los demás sin ver, muchas veces, lo peor que hay en nosotros mismos; mala práctica del diario vivir que sería bueno corregir, enmendar, cambiar pero con honestidad y responsabilidad; dotes que son únicas para conseguir cambios efectivos de todo lo que nos parece mal. En fin, Dios podría ayudarnos mucho pero para ello es preciso que nos ayudemos reconociendo nuestras falencias y viendo hasta dónde y cómo podemos ser diferentes en pro del bien común.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |